José Luis Ferrando Gil: “Es imposible que en la escena de un crimen no quede ni un resto”

El comandante facultativo químico de Criminalística de la Guardia Civil, José Luis Ferrando Gil, clausuró el proyecto de divulgación CSI-Zaragoza Revolutions.

Ferrando, ante un cuadro en el Patio de la Infanta de Ibercaja
Ferrando, ante un cuadro en el Patio de la Infanta de Ibercaja
F. Jiménez

De pequeño, ¿cuál era su juego favorito? ¿El Cluedo?


¡No, el ajedrez! Estuve federado en un equipo del Soto aquí en Zaragoza, hasta que se me hizo incompatible salir los sábados y competir los domingos por la mañana.


Y ¿cuándo decide uno dedicarse a resolver crímenes?


Yo entré en la Guardia Civil porque no encontraba trabajo de químico, la verdad. Sabía que había un Laboratorio de Criminalística, pero lo veía imposible. Y estando en la Academia un comandante de Criminalística me dijo si estaría dispuesto a probar. Y me fui a Madrid con la familia.


¿Por qué mataría usted?


Por nada. No creo que nadie merezca matar... ni morir asesinado.


Mecano preguntaban en una canción las razones que dan derecho a matar. ¿Usted sabe cuáles son?


Cuando una persona mata lo hace por odio o por enfermedad. Pero hay quien mata sin querer, el que va a robar y acaba matando a alguien. El crimen, en cualquier caso, no tiene justificación.


¿Existe el crimen perfecto? ¿Dejamos huellas, aun sin ser conscientes, en una escena?


Sí, siempre dejamos vestigios. Es imposible que en una escena no quede nada. Pero debe haber un buen detective, un buen investigador, porque el que sabe mucho intenta dejar lo mínimo.


Y a usted, ¿qué le ha dejado más huella en su vida?


Yo soy muy aprensivo, y me da apuro la sangre. Y cuando hice el curso de policía judicial, una de las prácticas era ir a una autopsia. Y eso me dejó mucha huella.


La franquicia de series de ‘CSI’ o ‘Bones’, ¿les ha puesto en el mapa o les ha hecho daño?


Nos han puesto en el mapa. El interés por hacer hoy un máster en Ciencias Policiales o Forenses es grande, hay lista de espera.


También dan pistas al delincuente para hacerse más refinado...


Sí, y hacen pensar, y eso me duele, que con todos los medios que tenemos, muy malo tienes que ser para no llegar al objetivo final. Pero eso no siempre sucede. En la tele siempre se resuelve el caso.


En la tele, todo parece muy fácil. ¿Cómo es en el laboratorio?


Más complicado porque hay circunstancias que dificultan resolver un caso. Aunque nosotros resolvemos las preguntas que nos hace un juez o un fiscal. El caso lo resuelve un juez o la Policía.


¿Cuál ha sido el caso que más le ha costado resolver?


El de Rocío Wanninkhoff o el del 11-M, porque en 2004 se tomaron unas muestras y se analizaron en unos laboratorios que no eran forenses. Y no se identificó el tipo de dinamita que explotó. Y en 2007, el juez Del Olmo ordenó averiguarlo. Y creó un grupo con dos peritos de la Guardia Civil, dos de la Policía y cuatro independientes. Y nos metieron meses en el laboratorio de la Policía, como en un ‘Gran hermano’ de peritos. Llegamos a ser acusados de que el Gobierno nos manipulaba. Fue muy duro, solo estábamos haciendo nuestro trabajo. Y al final no hubo tantas discrepancias, pero no pudimos determinar el tipo de explosivo porque había contaminaciones.


¿Le mata cuando no hay suficientes muestras para descubrir qué ocurrió en una escena concreta?


Sí. Por ejemplo, recientemente nos trajeron ropas de un cabo primero que murió en la base Cervantes de España en el Líbano, en un choque de misiles entre Israel y Palestina. Pero donde más muestras hay no es en las ropas, sino en el cráter. Y tuvimos que llamar para que enviaran más.


La falta de medios en la ciencia, ¿tiene mucho delito?


En la Universidad, está pasando. Pero en los laboratorios policiales sí tenemos medios, a fin de cuentas, pertenecemos a redes europeas de laboratorios forenses. Y es cierto que con la crisis las peticiones de equipos caros van más despacio. Pero no estamos mal: tenemos material y personal muy bien formado y muy competente.