Cantar las 40 en territorio catalán

Salou está lleno de historias de aragoneses:desde parejas que se conocieron allí hasta cuadrillas que nacieron hace años en una urbanización

Un grupo de aragoneses, jugando al guiñote en la terraza del Pa i Oli, un bar que también es de aragoneses.
Cantar las 40 en territorio catalán
J. C. L.

Jugar al guiñote después de comer es una tradición en el restaurante Pa i Oli (Pan y Aceite) de Salou. Unos empresarios nacidos en Aragón lo compraron en 1978 y desde entonces es un lugar de encuentro para muchos aragoneses. Incluso más de uno empezó a ir cuando era joven y ahora lo hace con sus nietos. Antonio Sánchez es aragonés y el gerente del restaurante, donde lleva trabajando 40 años. «Aquí se ponen los partidos del Zaragoza y hemos tenido tertulias futboleras sobre Agapito y demás», cuenta mientras enseña una camiseta del equipo firmada por futbolistas, que tiene enmarcada. «Damos comida mediterránea, pero también aragonesa. El ternasco no falta», añade.


Para este aragonés, Salou significa muchas cosas. Lo ve como un barrio de Zaragoza, pero es a la vez su casa –«me siento también catalán de Salou»–, ya que sus propios nietos nacieron allí. No obstante, las costumbres y las tradiciones las mantienen intactas: por ejemplo, organizan todos los 12 de octubre una procesión y una ofrenda de flores a la Virgen del Pilar, como si estuvieran junto a la Basílica disfrutando de las fiestas.


«Estamos reconquistando esto, que no hay que olvidar que antes era Aragón», ríe el vicepresidente de la Asociación Cultural de Aragoneses en Salou, Pedro Madrona, quien lleva 27 años en esta localidad y es también el director del grupo de jotas Jaime I («no Jaume I», puntualiza irónicamente).


En el Pa i Oli cantan las cuarenta todos los días, sea verano o invierno. Enrique Serrano(en la foto, con sombrero de paja) es natural de Villar de los Navarros, aunque reside desde joven en Zaragoza. Se compró una casa hace unos 12 años y pasa todos los veranos en Salou. «La mayoría de los que jugamos nos conocemos de Zaragoza desde hace mucho, pero con otros se ha ido creando amistad al coincidir en el bar», cuenta.


En la misma terraza se encuentran José Antonio Gil y Eva Vidal, ambos aragoneses y novios desde hace 14 años, que se han acercado a pasar el puente a Salou. «Antes el Pa i Oli tenía un hostal y mis padres me traían aquí de niño –cuenta José Antonio–. Hemos venido a pasar cinco días, que es lo que tiene ella de vacaciones. En nuestro caso, solemos alojarnos en hoteles por esta zona –alrededores del Club Náutico–. El venir aquí me recuerda a mi infancia y juventud. Me relaja mucho».


Más cerca de la arena, en el chiringuito Masmalos, andan tomando algo Ernesto Raventós y Pilar Larcada. «¿No seréis aragoneses por casualidad?», preguntamos. «Pues sí –ríen–. Es más complicado que no lo seamos». La historia de este matrimonio, de 65 y 57 años, es curiosa: se conocieron en Zaragoza y descubrieron después que ambos habían veraneado desde críos en Salou y frecuentado el mismo chiringuito. Pero nunca se habían visto en la playa, al menos no que recuerden. «Normalmente, pasamos todo el verano aquí, en un apartamento de la calle de Lérida. Nuestra rutina es un poco de playa, otro poco de chiringuito, y luego por la noche quedamos con otras parejas para cenar y tomar algo», cuenta Ernesto. En ocasiones, se van a navegar en el yate de un amigo –aragonés también, qué casualidad– en Tarragona.


Tienen tres hijos. Y en total, cinco nietos. «Se van turnando y cada uno viene una semana. El año pasado probamos a meternos todos revueltos y fue un follón. Demasiada gente», recuerdan entre risas. «El turismo ha cambiado mucho en estos años. Cuando yo era joven –cuenta Ernesto– estaban muy de moda las pandillas. Pero ahora los jóvenes salen en grupitos muy pequeños y se conocen más en las discotecas, que quizá en mis tiempos eran más ‘lights’. Cuando compramos el apartamento, la mayoría éramos aragoneses. Pero algunos han ido vendiendo y ahora hay gente de muchos sitios».


En la propia arena anda un grupo de treintañeros, muchos de ellos maños. Algunos se conocieron de niños en la urbanización donde sus padres o abuelos tienen un apartamento y han mantenido esa amistad desde entonces. Incluso ya hay alguno que viene con niños pequeños. Iñaki Giménez actúa de portavoz: «Antes, cuando éramos críos, salíamos mucho más», dice serio mientras algunos se ríen...«¡Espera –responden–, espera a vernos esta noche!».