El jueves de la semana pasada entrevistaron en el programa ‘La noche en 24 horas’ de RTVE al Dr. Laporte. La entrevista está disponible en la web. Después de haber leído y escrito sobre su ‘Crónica de una sociedad intoxicada’ disfruté escuchando la conversación. 

Un buen amigo me llamó para que no me la perdiese. Se lo agradecí y se lo agradezco, si no me hubiese avisado, probablemente me habría ido a dormir. Escuché al autor explicar sus argumentos con su propia voz y de manera didáctica. No tiene pérdida. Y por eso lo he compartido con unos cuantos amigos y conocidos. La mayoría coincidimos con la descripción de esta sociedad atiborrada de fármacos. Luego hay detalles donde afloran algunas discrepancias. Una amiga médico apunta varias, de las que rescato dos.

Una, Laporte duda de la necesidad de vacunación del virus del papiloma humano (HPV): "Habla del cáncer de útero, pero olvida que el HPV también es responsable de los de cavidad oral y orofaringe, cada vez más numerosos. Es una patología que a veces precisa para su tratamiento cirugías muy mutilantes y quimioterapias muy duras, e incluso puede llegar a causar muerte, son pacientes jóvenes en general". Otra, la atención directa con pacientes y su ‘empoderamiento’. Ella no ve lo de superar sus dificultades por sí solos. Los fármacos también ayudan a esos pacientes empoderados. No comparte la misma visión. Y este es el punto donde la dimensión simbólica y social del asunto aflora. Intentaré explicarme.

La alfabetización en salud personal es un reto fundamental en nuestra sociedad, especialmente en un mundo inundado de información proveniente de diversas fuentes. En Estados Unidos los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades aplican desde hace tiempo una estrategia de ‘health literacy’, es decir, ‘alfabetización en salud o sanitaria’, de la que se puede aprender. Como es sabido, el sistema sanitario español y nuestras políticas públicas en este campo son muy distintas de las estadounidenses. Sin embargo, en este asunto, hay elementos para pensar e imitar. En su plan de acción definen la alfabetización sanitaria personal como "el grado en que las personas son capaces de encontrar, comprender y utilizar información y servicios que les permitan tomar decisiones y medidas relacionadas con su salud y la de los demás". Y lo complementan con la noción de ‘alfabetización sanitaria organizacional’ que "es el grado en que las organizaciones permiten a las personas encontrar, comprender y utilizar de forma equitativa la información y los servicios necesarios para tomar decisiones y emprender acciones relacionadas con su salud y la de los demás". En nuestro continente, desde 2010, existe la Health Literacy Europe y, vinculada a ella, la Red Española de Alfabetización para la Salud, con desiguales resultados.

En España, la Ley 14/1986, General de Sanidad, cambió el paradigma decimonónico, donde a la Administración pública sólo le correspondía "atender aquellos problemas sanitarios que pueden afectar a la colectividad". Se conquistaron muchas cosas. Desde entonces los problemas de salud individual no son sólo personales. Ese cambio de lógica ha tenido efectos radicales en los universos simbólicos. Sin embargo, no vino acompañado de una formación suficiente para que cada quien sea responsable último de su salud. En esto, creo entender, consiste el empoderamiento sugerido por el Dr. Laporte. Mi amiga lo comprueba a diario de forma contradictoria, mientras atiende en una consulta saturada y opera una lista interminable de patologías de personas con nombre y apellidos. Nos toca como sociedad reorganizar el sistema sanitario antes de que explote. Faltan profesionales, pero no sólo es cuestión de más titulados en Medicina.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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