LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Alejandro Bona, premio Ángel Guinda-2024: "Mi poesía es un canto al exilio y al deseo de arraigo"

El joven poeta zaragozano logra, por unanimidad, el galardón en su segunda edición con el poemario 'Breviario del frío', que publicará Olifante

Alejandro Bona alterna las clases con la pasión de leer y escribir poesía. A la vez estudia a algunos vates que vivieron la experiencia de la cárcel.
Alejandro Bona alterna las clases con la pasión de leer y escribir poesía. A la vez estudia a algunos vates que vivieron la experiencia de la cárcel como Marco Ana y José Luis Gallego.
AB.

El poeta Alejandro Bona Ester (Zaragoza, 1999), residente en el barrio de la Jota, ha sido distinguido por unanimidad con el Premio internacional de poesía joven ‘Ángel Guinda’ por su ‘Breviario del frío’. Un jurado integrado por las poetas Reyes Guillén Bernad, María Martín Hernández (ganadora de la primera edición), el editor David Francisco González, presidido por el escritor Manuel Martínez- Forega, ha destacado del poemario “su pulcritud formal exenta de estridencias; por el equilibrio entre la intensión y la extensión de su escritura, además de por el novedoso tratamiento dramático de la metapoesía, del metalenguaje, desde una perspectiva alejada del objetivismo para situarse en un subjetivismo sentido”. Alejandro Bona Ester es profesor en secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Ha publicado artículos y poemas en las revistas ‘Turia’ e ‘Imán’ y en varias antologías poéticas.

¿Qué es, qué quiere ser 'Breviario del frío'?

Al titular ‘Breviario del frío’ a mi poemario quiero hacer referencia a que este libro es un libro de memorias, de apuntes sobre un camino trazado desde el desarraigo hacia el amor, camino que no es posible, por lo menos en mi caso, sin la palabra poética. Y entiendo la palabra poética no solamente como un consuelo o una catarsis, sino también como una forma de entenderme a mí mismo, de dibujar un mundo paralelo al que existe y en el cual reconocerme.

¿Cómo define su poesía, cuáles serían sus coordenadas, sus temas?

Los temas que trato en mi poesía, por lo general, y este libro da prueba de ello, son la soledad, el paso del tiempo, el amor y la palabra poética tanto como vía de escape como de conocimiento de uno mismo. Si pudiera definir mi poesía de alguna manera, creo que sería diciendo que es un canto al exilio y al deseo de arraigo.

¡Vaya! ¿Cuál es su vínculo con Ángel Guinda, poeta del exilio en la tierra y del desarraigo a su modo? ¿Es lector de su obra? 

Para mí, Ángel Guinda es uno de mis grandes poetas, una de mis referencias clave como escritor y, sobre todo, como lector desde que lo descubrí en 2020. Su poesía no solo me gusta, sino que me enseña: me enseña a que el escritor debe de alcanzar su propia voz, que el poeta solamente está comprometido con su palabra, que la poesía, bien empleada, puede cambiar a las personas. Su obra me interesa muchísimo porque es heterodoxa, fiel a sí misma y fiel al lector que quiere adentrarse en la poesía con mayúsculas.

¿Qué significa para usted ganar este galardón?

Significa muchas cosas que no puedo expresar con palabras. Es una alegría enorme poder estar en Olifante, pues es la editorial donde están muchos de mis poetas de referencia. Por otra parte, ganar el premio que lleva el nombre de Guinda, significando el autor de ‘Espectral’ o ‘Catedral de la noche’ lo que significa para mí, me genera una gran emoción. Además, ganar un premio para un poeta creo que es la señal de que estás siguiendo un buen camino, que lo que escribe uno en soledad llega a otras personas.

Habla el jurado de intensidad y de metapoesía. ¿Sería dos características suyas? ¿Cómo es su lenguaje poético y su búsqueda?

Creo que sí, que el jurado tiene razón. Mi lenguaje poético, si lo tengo que definir, se basa no solamente en expresar sentimientos, tribulaciones y esperanzas, también me interesa mucho la reflexión sobre el lenguaje, en concreto, el poético: cómo se puede desmigar una palabra hasta poder nombrar lo que puede llegar a ser innombrable con las palabras simples, algo que he bebido de poetas como Alfredo Saldaña.

También poeta con varios títulos en Olifante. ¿De dónde sale Alfonso Bona, cuáles son sus fuentes, sus lecturas?

La lectura para mí es algo que siempre me ha acompañado de una manera u otra. Mi madre me educó en el amor por los libros. Posteriormente, el escritor José Ignacio Vega Vara, profesor mío en bachillerato, me enseño a Julio Cortázar, escritor que cambió mis paradigmas lectores. Luego en la carrera conocí a Alfredo Saldaña y a Antonio Pérez Lasheras, personas que volvieron a cambiar mis esquemas y su pasión por la poesía engrandeció la mía. En cuanto a referentes, tengo muchos pero por nombrar a los que más inmediatamente me han influenciado diría que los ya citados Ángel Guinda y Alfredo Saldaña, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Alejandra Pizarnik y Ángel Gracia.

Está trabajando sobre la poesía en las cárceles con figuras como Marcos Ana y José Luis Gallego. ¿Por qué esa temática y que está hallando ahí?

Creo que es un tema muy interesante. Se ha hablado mucho de los poetas que se exiliaron y de los que experimentaron un exilio interior en España, sin embargo hubo unos cuantos que no pudieron elegir estas alternativas porque fueron apresados y condenados, si no a pena de muerte, sí a largas penas que llegaron en algunos casos a los 23 años. No obstante, ahora hay intentos por sacar a la luz esta gran realidad escondida como los llevados por Aurore Ducellier, una referencia en la materia. 

¿Y por qué estos dos?

En Ana y en Gallego encuentro a poetas fieles a sí mismos que desde estéticas completamente diferentes y aparentemente contradictorias entre sí llegan al mismo punto: conmover al lector ante la injusticia de la represión de los regímenes totalitarios. Creo que investigar esta parcela de nuestra historia es un deber no solo para completar el panorama poético de nuestro país, sino también un deber de memoria histórica pues sus obras, al igual que la de otros como Cristóbal Vega Álvarez, Carlota O’Neill o Luis Alberto Quesada, aparte de ser bellas obras literarias, son un testimonio crudo de lo que sucedió en las celdas de Franco.

Alejandro Bona sucede en el galardón a la joven María Martín Hernández.
Alejandro Bona sucede en el galardón a la joven María Martín Hernández.
A.B.

POEMAS DE 'BREVIARIO DEL FRÍO' 

​*****

LOS CLAUSTROS

Gotea la noche

en los claustros del tiempo.

No me encuentro en lo que me queda,

nada queda de lo que fui.

Cada imagen que se desvanece

me convierte en un alfabeto impenetrable,

en cada recuerdo resucitado

soy una sombra desdibujada,

un árbol sostenido en el aire

a merced del granizo y de la espera.

Dónde estarán los veranos que se extendían

limpios y demorados como un despertar primero,

dónde el amor sin la herida del miedo o el susurro de la pérdida.

Dónde se escondieron aquellas manos

que sostenían la débil lumbre que justificaba las cosas.

Dónde está todo ello.

Dónde estoy.

Qué soy si todo se desvanece,

si la calima devora la senda trazada.

Qué sé de mí.

Qué sé.

Qué se mantiene después de perderlo todo.

Empapa la sombra

los claustros de la memoria.

*****

CASUS PACIS

Replegada la luz, se abre la palabra

como una semilla indecisa

en la hondura virgen de la noche.

*****

LA ESCARCHA

Es inaudible

la voz tallada en medio de la niebla

porque, en el fondo, el lenguaje germina

en la linde entre recuerdo y olvido,

allí donde uno ha de abandonar el camino

para retomarlo

y deshacer el nombre de las cosas

para poseerlas.

En los márgenes del páramo refulge su argumento:

se escruta la palabra tras la borrasca vencida,

en las horas que suavemente se demoran

tras el vacío restañado.

Desde el fondo del páramo

una voz susurra una y otra vez:

lo único que sirve es rendirse frente al tiempo,

dejarlo que revista nuestros dedos

con la consistencia de las vigilias vagas

para poder sembrar un silencio

entre el relámpago y la página

y, al fin, tentar la escarcha

para conocer los motivos de la lluvia.

La senda

Cambiar un lenguaje para no encontrarme,

para reconocer el bosque en los contornos de la selva.

Ser piedra que al saberse fundada

en los argumentos del desierto,

se entrega al sosegado horadamiento de las aguas.

Habitar un paso más allá de los límites de la palabra

para extrañar los abismos y aceptar

que uno viene del dolor.

Intuir en la trasparencia de los verbos

la senda agazapada en la realidad que no queremos que nos nombre

y en los rastros del mundo que perdimos.

Saber que más allá de un idioma,

en las esquinas que bordean sus silencios,

sucede una brasa antigua,

un pulso en el que nos definimos y reconocemos

sin saber bien las razones,

como quien respira aliviado al presenciar

la sequedad del otoño.

Más allá de los nombres y de la morfología

hay un débil signo que nos llama,

que me permite

llamar a tu puerta y decirte

que he recapitulado,

que vuelvo a ti como quien vuelve a la vida.

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