Por
  • José Luis Moreu Ballonga

Las dos caras de Jano

Las dos caras de Jano
Las dos caras de Jano
POL

Uno de los libros que estudié en la carrera de Derecho fue la ‘Introducción a la política’ (1968) de Maurice Duverger. En la breve introducción del autor a su obra explicaba que la política tiene siempre, como el dios romano Jano, dos caras. 

Cualquier Estado puede tener un rostro cruel, cuando protege privilegios o promueve opresión, injusticias o crímenes, a veces horrendos. Pero a la vez, la mera existencia del Estado es buena en sí misma y acaso educa mejor o peor a sus súbditos o ciudadanos, o construye vías de comunicación, o casas, u hospitales. Recuerdo a veces esa reflexión, que acaso me protege, al pensar, contra el extremismo o el maniqueísmo. Hoy me preocupa defender, desde la centralidad, la Constitución y la democracia. Aunque los actores políticos de nuestro país declaran que, contra los otros, actúan en defensa de la democracia. No es fácil, así, posicionarse.

Menos difícil me resulta criticar la Ley de Amnistía en ciernes, juicio duro que, como al ominoso pacto PSOE-Junts, ya he dejado escrito en HERALDO. Me gustaría ver, y recuerdo a Duverger al afirmarlo, una crítica tenaz frente a esa Ley, pero a la vez una contención en esa crítica; que no excluya la aceptación de ciertos actos del Gobierno, o pactos entre los dos grandes partidos. No criticar siempre todo lo que haga el Gobierno, sino intentar aminorar y señalar los daños que puede sufrir el Estado, que serán graves, pero que podrían empeorar aún más si se mantiene la vía de la crispación. Temo la polarización y querría ver menguar la visceralidad.

Incluso cuando algunas decisiones políticas, como la Ley de Amnistía, merecen una muy severa crítica, conviene ejercerla con moderación y respeto, de manera razonada y serena

Veo hasta hoy sensatez en Núñez Feijóo, que da un mensaje mejorable. Temo que le falte el consejo de juristas competentes. Ha afirmado varias veces que la Ley de Amnistía será ilegal. Mejor diría si la creyese inconstitucional. En el debate sobre la amnistía propuso la presentación de un delito contra la deslealtad a la Constitución. Era algo inviable. Tal delito sería imposible de tipificar. Adornar con la cita de un poeta el discurso está bien, pero hay que conocer bien la cita. Creo que al asumir Feijóo la dirección nacional del PP debió pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Y que Feijóo erró sondeando a Puigdemont al intentar su investidura.

El 30 de enero de este año, cuando Junts votó contra la proposición de Ley de Amnistía, su portavoz Miriam Nogueras acusó a los jueces que intervinieron en el juicio por el golpe de Estado de 2017, nombrando a los principales (Pablo Llarena; Manuel Marchena; etc.), de prevaricación y afirmó que en cualquier país democrático los hubieran "cesado y juzgado de inmediato" (sic), sin que la presidenta del Congreso, aun requerida por el PP, ni luego el PSOE, hicieran la más mínima protesta. Parecidos ataques a los jueces hicieron ese día los portavoces de ERC y de Bildu. Y todavía aprobó la Cámara ese día tres comisiones (sobre la ‘Operación Cataluña’; los atentados islamistas en Barcelona, y el espionaje del caso ‘Pegasus’), en cumplimiento inicial del supuesto ‘lawfare’ que se recogió en el pacto PSOE-Junts. Otro día, la vicepresidenta Teresa Ribera hizo parecida acusación al juez García Castellón, siendo arropada por los dirigentes de su partido. La acusación de Ribera fue innoble y muy grave. La vicepresidenta, de no estar aforada, hubiera incurrido en delito de calumnia o de injuria o ambos (art. 504 del Código penal) y habló escudada en el aforamiento. Bajó al nivel ínfimo de respeto democrático de sus socios. En el PSOE parecen entender que deben a sus socios una sumisión vergonzosa y lacayuna.

Profundizar en la vía de la crispación solo puede agravar todavía más los daños

El PSOE perdió las elecciones del 23 de julio con 16 escaños de diferencia. El pacto con todos los partidarios de la autodeterminación, tras un líder lábil, nada fiable y de enfermiza ambición, ha llevado al partido a desbarrar y a perder la centralidad que casi siempre tuvo y a acercarse a los que atacan la unidad de España. Es difícil creer que sea la opción ‘progresista’, siendo que el PNV y Junts tienen derecho de veto a sus políticas y que la idea de una confederación, que tampoco aceptan todos sus socios, es hoy muy reaccionaria y contraria a los principios de la Constitución y la UE y a todos los discursos del Rey.

José Luis Moreu Ballonga es catedrático de Derecho jubilado

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