Jacques Llédos: "El paisaje natural no es color, sino contraste de luces y sombras"

La sala Spectrum de Zaragoza expone una colección de imágenes tomadas por el fotógrafo francés en la sierra de Guara 

La exposición de Jacques Llédos en la sala Spectrum puede visitarse hasta finales de junio.
La exposición de Jacques Llédos en la sala Spectrum puede visitarse hasta finales de junio.
Francisco Jiménez

Jacques Llédos (Perpiñán, 1953) lleva más de 20 años fotografiando la Sierra de Guara. Hay cosas que busca y no acaba de conseguir. Cuando en alguna de sus caminatas descubre una imagen, la toma, regresa a casa, la positiva, y a menudo se maldice al intuir que la puede mejorar. Y deja pendiente para otra futura caminata el intentar conseguirlo. A veces lo logra, casi siempre no. Si ve avances o pequeñas mejoras, cambia una imagen por su sucesora, y el proceso se vuelve a iniciar. "En algunos sitios he estado 30 veces, en otros 50, y cada vez que voy descubro algo nuevo, porque la luz, la época del año, cambian. Yo en la sierra de Guara me siento como en casa, voy y vuelvo, es mi mundo. Guara es mágica todos los días del año. Y sí, quizá haya fotografías que solo existan en mi cabeza, pero no me molesta buscar lo imposible porque lo imposible siempre te trae algo nuevo, buscarlo te cambia por dentro".

La sala Spectrum de Zaragoza inauguró ayer ‘La montaña mágica’, una exposición de una cuarentena de fotografías de Jacques Llédos que puede visitarse hasta el 28 de junio. En su gran mayoría son paisajes de la sierra de Guara. En blanco y negro. Pero el paisaje, ¿no es inseparable del color?

"No, no, al contrario –asegura Llédos–. El color es lo que te distrae, lo que te hace perder la idea principal de lo que la luz te quiere contar. El paisaje es el contrastre de la luz y las sombras. La realidad no está hecha de colores, sino de contrastes. Quizá las luces y las sombras no sean la realidad, pero están más cerca de ellas que el color".

Llédos ha sido guía de montaña durante casi 20 años. Primero en los Altos Pirineos franceses. Luego descubrió la sierra del Cadí, en Lérida, que le hechizó por sus paisajes y rebecos, y posteriormente, ya en Aragón, el barranco de Otín, la localidad de Rodellar... Se enamoró de la sierra de Guara, que conoce mejor que la palma de su mano. "Todo en ella es deslumbrante pero hay tres puntos mágicos para mí –señala–: el río Vero, Mascún y Vadiello".

Cuando trabajaba de guía apenas tomaba fotos. "Tienes la responsabilidad de que todo funcione según lo previsto, de que el grupo cumpla sus expectativas, y estás agobiado por el trabajo de intendencia, por que todo salga bien y no haya imprevistos. No tienes ni tiempo ni tranquilidad". Pero un buen día empezó a hacerlas. En 1992 se compró su primera cámara fotográfica; en el 95 adquirió un laboratorio de revelado en blanco y negro, y a la altura de 1997 ya estaba harto de su trabajo y quería consagrarse por entero a la fotografía. Había empezado tomando imágenes de la fauna que encontraba en el Pirineo y Prepirineo. "Descubrí enseguida que para fotografiar buitres y otras aves necesitaba invertir mucho dinero en el material. Un buen objetivo vale casi tanto como un coche". Y fotografió personas, reuniendo un conjunto de imágenes con las que participó en el Festival Off de fotoperiodismo de Perpiñán. Y finalmente volvió a la montaña. Todo este viaje lo ha realizado de forma totalmente autodidacta.

Una de las obras de Jacques Llédos que forman parte de la exposición.
Una de las obras de Jacques Llédos que forman parte de la exposición.
Francisco Jiménez

"La montaña tiene algo especial. Todos los que la amamos sabemos que, una vez allí, por muy mal que estén las cosas, siempre encuentras algo que te da ganas de vivir. En muchas ocasiones me he dejado guiar por las cabras. Aunque no haya podido llegar adonde ellas, las he seguido y me han enseñado su mundo. En los primeros 15 días haciendo fotografías en la sierra de Guara tomé imágenes como para publicar un libro, pero había muchas que eran técnicamente imperfectas. Las he ido mejorando poco a poco después, en estos años". Y en esas está. El año pasado, en más de mes y medio recorriendo la sierra, logró hacer "5 o 6 fotografías". "Es un buen resultado para mí", avisa.

Algunas de sus imágenes sorprenden. Son pareidolias, paisajes en los que la mayoría de los espectadores descubren otras imágenes, como rostros humanos. "Han ido surgiendo muchas veces en el revelado –confiesa–. Al principio me molestaban, las rechazaba, yo tenía una idea muy precisa del encanto del mundo que quería retratar. Pero con el tiempo vi que, si estaban ahí, si emergían, yo no era quién para condenarlas. No es mi imaginación quien las construye".

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