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Javier Manterola: el ingeniero con alma de artista y melómano que inventó una 'pasarola'

En la muerte de Javier Manterola (1936-2024, que ha dejado una clara impronta en diversos puentes de Zaragoza.

Reapertura de la Pasarela del Voluntariado en Zaragoza, tras la inspección realizada tras la aparición de crujidos en 2020. Hace pensar en un barco que se echa al mar.
Reapertura de la Pasarela del Voluntariado en Zaragoza, tras la inspección realizada tras la aparición de crujidos en 2020. Hace pensar en un barco que se echa al mar.
José Miguel Marco.

España le debe mucho a Javier Manterola (1936-2024). Aunque había insistido en muchas ocasiones que él era ingeniero de caminos y que no había nacido para hacer puentes, es el ingeniero de los puentes, que él recordaba que tienen mucha historia y trascendencia en el tiempo, y que plantean continuas encrucijadas que él resolvía con oficio, osadía, desde luego, y mucha imaginación. Tanta que era capaz de explicar que una construcción suya tenía una proyección sexual en su diálogo con el Ave que lo penetraba. 

Quizá una de las frases que mejor definan a este melómano y apasionado por el arte sea esta: “Toda la creación del mundo moderno en formas las han descubierto los ingenieros”. Y sin duda es uno de los protagonistas de esos trabajos que no solo resuelven el paso con una pieza resistente, sino que proponían nuevas perspectivas, una concepción estética. De ahí que dijese que, sin desdeñar las formas clásicas u ortodoxas, la construcción standard, le gustaba proponer otras cosas. Y algo de todo ello lo hizo en sus más de 200 puentes que figuran dentro de una producción de 230 proyectos. Al final, sabedor de las dificultades y de las exigencias de esa edificación (quizá por ello hablase en ocasiones de “la dimensión heroica” de su profesión), asumió el axioma: “El puente es la estructura por antonomasia”.

Quizá una de las frases que mejor definan a este melómano y apasionado por el arte sea esta: “Toda la creación del mundo moderno en formas las han descubierto los ingenieros”

Javier Manterola ha trabajado en muchos sitios. Con Juan José Arenas y Julio Martínez Calzón (tan vinculado con Aragón a través de Territorio Goya) formaba la gran trilogía de ingenieros españoles que no han encontrado un recambio de altura, o por lo menos no es visible del todo por ahora. Manterola es reconocido y querido en muchas ciudades españolas. Tiene una facultad: sin ser extravagante, es sutil, original, funcional, por supuesto, cómo no, hasta poético. Se dice que su obra más importante es el Puente de Cádiz de 1812. 

En Aragón deja su legado, especialmente en Zaragoza, donde ha intervenido sobre el río Ebro, en el Puente del Pilar, antiguo Puente de Hierro; en la creación del Puente de Manuel Giménez Abad; en el Barranco de la Muerte, sobre el Canal Imperial de Aragón; en el Puente de la Almozara. Como se ve su presencia y su personalidad modulan los pasos, el movimiento y hasta la ambientación arquitectónica de la ciudad del cierto. Y en todos esas aventuras de la construcción y la exactitud se percibe su buen hacer, incluso su fantasía fundamentada. Ha trabajado con grandes arquitectos como su paisano Rafael Moneo o con Sáenz de Oíza, y ha sido un espíritu alerta, dialéctico, inconformista.

“Nunca se sabe cómo se hace un buen puente. Siempre es un misterio”, apuntaba. Pero si hay algo que nos enamora de su trabajo es la llamada Pasarela del Voluntariado, a la que algunos la llamaron ya en su día ‘Pasarola’, en un simple juego de palabras con su nombre. Pasarola. Evoca un mástil sobre el río y una cubierta finísima que temblequea. Es uno de esos vasos comunicantes de la ciudad que facilita la aventura y enlaza Ranillas con la Almozara. Y los une de qué modo. Qué plasticidad, qué gozoso temblor, qué posibilidad de mirar el Ebro lodoso arriba y abajo, y sentirlo ahí deslizante como el río de la vida, como una corriente ensortijada de enigmas y trayectos oníricos y de leyendas, como nos contaron José Ramón Marcuello o Alberto Serrano, entre otros.

“Nunca se sabe cómo se hace un buen puente. Siempre es un misterio”, apuntaba. Pero si hay algo que nos enamora de su trabajo es la llamada Pasarela del Voluntariado, a la que algunos la llamaron ya en su día ‘Pasarola’, en un simple juego de palabras con su nombre

Aunque esa pasarela sea acosada una y otra vez por los vándalos inesperados y por la aparición del óxido o algunos inquietantes crujidos, Javier Manterola nos ha regalado un puente estilizado, elegante, necesario, de artista-artesano, donde ha puesto “al límite la técnica de mi momento” y, sobre todo, su capacidad de invención, su sentido de la belleza en un artefacto elevado que está a punto de echar a volar o de salir a navegar. 

El fotógrafo Andrés Ferrer quiso atrapar esa sensación en una de sus mejores fotos en blanco y negro.

Javier Manterola, ingeniero de caminos, en su despacho de Madrid. Se confesaba un hombre sensual e imaginativo que cada puente le exigía desarrollar muchas ideas.
Javier Manterola, ingeniero de caminos, en su despacho de Madrid. Se confesaba un hombre sensual e imaginativo al que cada puente le exigía desarrollar muchas ideas.
Enrique Cidoncha.
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