LETRAS HISPANOAMERICANAS. OCIO Y CULTURA

Sergio Ramírez: "La curiosidad por el mundo y la ilusión de escribir alivian mi exilio"

El Premio Cervantes de 2017 presentó en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza su novela, 'El caballo dorado', con ecos del Quijote y el viaje

Sergio Ramírez viaja en las alas de la imaginación desde los Cárpatos a Managua.
Sergio Ramírez viaja en las alas de la imaginación desde los Cárpatos a Managua.
Guillermo Mestre.

Sergio Ramírez visitó ayer el Paraninfo con una de sus novelas más imaginativas: ‘El caballo dorado’ (Alfaguara), donde narra un viaje que empieza en 1905 en Siret, una aldea remota del imperio austrohúngaro (tras la I Guerra Mundial sería de Rumanía), y que acaba en Managua. El escritor ha sentido la necesidad de volar, de imaginar y a la vez de enfrentarse a los pozos de la memoria y la libertad. El premio Cervantes de 2017 y autor de libros de ensayos, relatos y novelas -ganó en 1998 el premio Alfaguara con 'Margarita, está linda la mar'- dialogó con Eva Cosculluela. El escritor destaca por su narrativa y por su defensa de la libertad de expresión y de la democracia. Su excompañero Daniel Ortega se ha convertido en su gran enemigo y en un gran perseguidor.

Ha estado trabajando en este libro durante una década, ¿qué le obsesionaba tanto?

Empecé como un recuerdo de infancia. Mi padre tenía su tienda frente a la plaza. En Masetepe (Nicaragua), donde nací en 1942, cada vez que tocaba la fiesta patronal del pueblo llegaba el carrusel, el tiovivo, los caballitos. Me sentaba en la acera y me fascinaba cómo iban los operarios montando las piezas, el palo mayor, colgando los tubos, vistiéndolo, colocando los caballos, la plataforma, el encendido del motor.

¿Se subía mucho, tenía dinero?

Menos de lo que yo quisiera. Había que comprar fichas, que no eran baratas, pero el deporte de los chicos de mi edad era subirse a la plataforma y ser bajado por los vigilantes. Esta imagen de la infancia la tenía dentro de mí. Y me hacía la pregunta: ¿para qué me sirve esta imagen? Y empecé a probar diferentes historias desde distintas perspectivas. Al principio el personaje capital era el niño que crece, que se desarrolla, que sueña, que se hace periodista; comienza a recordar el carrusel y a la dueña, que había sido una princesa y ahora era una anciana que maneja el tiovivo y baja a los niños que no pagan.

Sí, esa María, de la nobleza rural, que lleva la pata quebrada.

De esa imagen fue derivando la historia. Tengo muchas páginas con el personaje del niño, que poco a poco fue perdiendo protagonismo. Todo eso me sirvió de soporte, y fue eliminado y se quedó en la historia tal como está contada ahora. Me fui mucho más atrás en la historia.

Y tanto, hasta 1905. Ha hecho una odisea, un viaje en el tiempo con personajes más o menos excéntricos. La propia protagonista es coja, lleva una férula en la pierna, ajustada con tornillos.

Fue eso lo que me pareció que había que contar. Yo quería como hacer la parodia de lo que pudiera ser una novela seria, digamos, la contradicción de la fábula primera, donde las princesas son perfecta físicamente, el rey tiene una barba de armiño, bella y elegante, y aquí es un borracho, jugador, que vive en un castillo que se está cayendo a pedazos. Y ella, María, es una mujer pobre que se dedica a apacentar un hato de cabras, va a pie a misa con su férula, y no se encuentra con un príncipe azul sino con un peluquero.

"Al principio el personaje capital era el niño que crece, que se desarrolla, que sueña, que se hace periodista; comienza a recordar el carrusel y a la dueña, que había sido una princesa y ahora era una anciana que maneja el tiovivo y baja a los niños que no pagan"

Eso casi desconcierta.

Todo es el otro lado del espejo. Y todo lo que ella vive de los cuentos de hadas está en su imaginación. La carroza, el castillo, los salones del edificio, la capilla donde está enterrada la madre y un pintor italiano que no existe la está restaurando…

Quizá sea su novela más imaginativa. Se acerca al realismo mágico, a la literatura fantástica, a Italo Calvino y a Borges.

Y a la ligereza, ¿no? Como diría Italo Calvino. Quiero librar a la literatura de pesadez, y entrar con pie ligero en la mente de los lectores. Lo que yo perseguía era un libro en el que diera rienda suelta a la imaginación, quería divertirme imaginando. E ir contando una historia tras otra sin ningún plan previamente concebido, sino lo que saliera al paso. Como un viaje de aventuras.

"Quiero librar a la literatura de pesadez, y entrar con pie ligero en la mente de los lectores. Lo que yo perseguía era un libro en el que diera rienda suelta a la imaginación, quería divertirme imaginando"

La princesa, el peluquero escultor de caballos, el cocinero parlanchín, el factor de comercio que se creía hijo del emperador Maximiliano…, todos ellos van de lugar en lugar…

Sí, y ahí es donde entra Cervantes. Me ha marcado mucho. A Cervantes le debo la manera de ver el mundo con naturaleza. Como decía mi paisano Rubén Darío: «Cervantes era la vida y la naturaleza». Naturaleza quiere decir naturalizad. El asombro es natural. El sentido de la aventura es también la sorpresa, lo que se encuentra un viajero por el camino, que también es Calvino.

Todo le sirve: incluye recomendaciones, mete textos apócrifos, integra manuales de instrucciones de las máquinas, cartas...

Es mi convicción de que la novela es todo y cabe todo. A mí me gusta armar una novela por piezas porque es como armar un carrusel; forman una unidad dinámica. Todo eso es parte de mi propia diversión. Me ha interesado mucho la obra de Julio Cortázar: 'Rayuela', 'La vuelta al día en 80 mundos', 'Último round'; también siento una especial afinidad con Álvaro Mutis. Dicho esto, sigo. Los símbolos, las grafías, las textos apócrifos, he buscando muchas piezas y todas andan por la novela: manuales instructivos, cartas judiciales, textos apócrifos del escritor Enrique Gómez Carrillo...

Fue marido de la aragonesa Raquel Meller. ¿Es inocente el fin de trayecto en Managua?

Cuando imaginé la princesa no me imaginé que iba a comenzar la novela en este lugar del que no sabía nada ni había estado nunca en los Cárpatos. Pensé que tenía que salir de un lugar remoto para llegar a otro lugar remoto. Me gusta mucho ese viaje de la documentación también y explorar lugares donde nunca he estado.

¿Cómo lleva la pérdida de su territorio por el que tanto había luchado, la exclusión de su tierra?

Creo que resignación no es la palabra. Lo llevo con paciencia y con sentido de la realidad. Hay que saber vivir con las cosas que uno no puede cambiar. El exilio en sí mismo. Me impiden regresar a mi país, pues tengo que buscar una alternancia de vida. Dichosamente soy escritor y puedo ocupar mis horas de doloroso destierro haciendo lo que he hecho siempre.

¿La literatura es un alivio?

Si no fuera escritor en una situación así sería mucho más desgraciado, todo sería más terrible. La ilusión de escribir y la curiosidad por el mundo me ayudan a vivir en el exilio. Mientras tenga esta comunicación con la imaginación y la memoria, que son los instrumentos del escritor, el exilio es más soportable. El gobierno de Ortega ha mandado a los artistas muy lejos de Nicaragua y llevamos la herida bien adentro.

Sergio Ramírez dice que su novela refleja el otro lado del espejo.
Sergio Ramírez dice que su novela refleja el otro lado del espejo.
Guillermo Mestre.
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