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Víctor Fernández no arranca al Real Zaragoza

Aunque el equipo ha ganado gol; apenas ha sumado 9 puntos de 24 posibles desde el último cambio de entrenador y su situación clasificatoria es más comprometida.

Entrenamiento del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva para prepara el partido contra el Burgos
Entrenamiento del Real Zaragoza en la Ciudad Deportiva para prepara el partido contra el Burgos
Francisco Jiménez

Víctor Fernández ha cambiado el juego del Real Zaragoza, pero no ha cambiado su dinámica. Esta es la síntesis de los ocho partidos bajo el manto del veterano entrenador zaragozano. El  equipo ha mejorado en ciertas facetas y fases de su fútbol, aunque ha empeorado en otras: el saldo de este desequilibrio es un Zaragoza que sigue compitiendo mejor o peor, pero al que no le llega para estar a la altura de su hipotético potencial presupuestario o de sus aspiraciones deportivas iniciales. Ni crece desde la continuidad ni la regularidad; ni es fiable; ni mucho menos ha adoptado una anatomía de bloque ganador.

Desde que se inició su cuarta etapa en el banquillo, Víctor Fernández ha sumado 9 puntos de 24 posibles. Su ratio de puntuación (1,12) es ligeramente superior al de Velázquez (1,07) y algo peor que el de Escribá (1,37). Está en un término medio. Ha ganado dos partidos (Tenerife y Huesca), ha empatado tres (Mirandés, Elche y Leganés) y perdido tres (Espanyol, Levante y Burgos). Está, por así decirlo, en el umbral promedio del Zaragoza en la temporada. Su impacto en el equipo sirvió para detener la imparable caída al vacío que se había desatado con Velázquez. 

El Zaragoza neutralizó ese declive y encontró cierto oxígeno bajo los postulados de Víctor. Sin embargo, la dinámica general no se ha enderezado. No arranca. El Zaragoza no ha encontrado una línea de solvencia y crecimiento. Su fútbol ha evolucionado lo justo, un progreso insuficiente para mejorar sus resultados, ganar seguridad competitiva y abrir tierra de por medio con la amenaza del descenso. De hecho, el paso adelante que sí han dado rivales de la zona baja ha provocado que la diferencia con la zona de peligro sea ahora menor (cinco puntos) que cuando Víctor Fernández tomó el mando hace dos meses (siete puntos).

El riesgo sigue ahí. La situación continúa siendo delicada, peligrosa y comprometida. No permite ni un descuido. A falta de cuatro jornadas, la permanencia sigue en el aire, bien encarada, pero incompleta. El Zaragoza deberá gestionar esos cinco puntos que le mantienen a flote, alimentados de forma crucial con la victoria de Huesca y el empate de Leganés de penalti en la prolongación. Sin esos puntos, el drama estaría servido.

El cambio de entrenador, en este sentido, alivió el estado del equipo y reordenó su fútbol dentro de unos nuevos postulados. Víctor Fernández ha cambiado su enfoque, intención y objetivos. El Zaragoza ahora juega hacia delante. Ha simplificado cosas y ha potenciado algunos -no los suficientes- rendimientos particulares. Además, su totémica figura absorbió toda la tensión en un momento crítico de la temporada.

Víctor, ante todo, ha elevado la producción ofensiva de un Zaragoza que llega más, remata más y exige más a los rivales. En su búsqueda, entre contratiempos y análisis, de su equipo ideal; el técnico ha desembocado en un plan de juego de tres centrales, carrileros y dos delanteros verticales y profundos como Liso y Azón, con ciertos matices en función del rival. Al final, Víctor ha acabado haciendo muchas de las cosas que hacía Velázquez. Incluso contra el Burgos, Alejandro Francés ejerció prácticamente en la segunda mitad de lateral izquierdo, una posición en la que Víctor, a su llegada y por marcar contraste con el anterior entrenador, dijo que nunca alinearía. Fue su modo de decir que en su equipo jugaría cada uno en su sitio. Pero, en las últimas semanas, Mouriño fue lateral derecho, Azón extremo izquierdo, Valera carrilero izquierdo…

El cambio de mentalidad impulsado por Víctor le ha permitido al Zaragoza definirse como un equipo de espacios más que de balón. Más cómodo y determinante en la transición, la verticalidad y la carrera que en la posesión, el control y la pausa. Esta transformación ha incrementado su volumen ofensivo. El Zaragoza, en resumen, ataca con más cantidad que calidad. Sigue costándole definir y concretar, fruto de la imprecisiones, malas decisiones y descoordinación en la zona y momentos de finalización. Consecuencia de su mayor frecuencia ofensiva, marca más goles. Con Víctor, el Zaragoza anota un 21% más que antes de su llegada. Los nueve goles marcados con él representan un promedio de 1,125 goles por encuentro, por los 0,93 goles previos a su llegada. En este sentido, Víctor ha subsanado lo que ha sido durante todo el curso la principal debilidad del juego del Zaragoza.

Sin embargo, la defensa ha empeorado. El conjunto aragonés recibe ahora más goles de los que marca. De hecho, en proporción, ha crecido más el porcentaje de goles encajados (34%) que anotados (21%). Con Víctor, se han recibido 10 tantos (1,25) y solo se ha dejado la portería a cero en uno de los ocho partidos, contra el Mirandés. Hasta su llegada, el Zaragoza presentaba buenos números defensivos (0,93 goles), pero es la consecuencia de ese fútbol más arriesgado, impulsivo, frenético y abierto con el que el equipo se ha expresado en las últimas semanas. En este sentido, el Zaragoza se ha descompensado. Ha perdido consistencia a costa de lanzarse a por el gol, lo que expone y descubre su sistema defensivo. Es el precio que ha decidido pagar Víctor para intentar salvar al equipo.

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