aragón es extraordinario

En Aínsa se reivindica el círculo de la vida

La provisión y mantenimiento del muladar local desde el Ecomuseo tiene con beneficios a tres bandas: aves, ganaderos y finanzas

El biólogo Álvaro González es leonés, lleva 14 años en Aínsa y trabaja en la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos; esta entidad tiene su sede local en el Ecomuseo de Aínsa, dentro del castillo de la localidad. Allá se turna en sus funciones con Óscar Díez, director del espacio expositivo. Ambos se asisten en la tarea de atender el ‘Necromedero’. “Es un nombre inventado –explica Álvaro– una marca para describir al comedero para aves necrófagas o carroñeras que mantenemos a kilómetro y medio de Aínsa. Se sube por una pista que ahora transitan igualmente muchos ciclistas Hacemos aportes de comida los lunes y jueves durante todo el año, durante los últimos cinco años; el espacio se habilitó hace una década para este fin, cumpliendo la normativa establecida tras la crisis de las ‘vacas locas’. Este punto de alimentación ha sido regulado por profesionales de la veterinaria”.

En este esfuerzo, que se realiza de manera altruista, hay un acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento de Aínsa, que gestiona el matadero local. “Recogemos los residuos, que antes se llevaba un camión a reciclar o destruir; ahora son las aves las que resuelven este tema, ayudando a los ganaderos con el manejo de cadáveres de animales enfermos y suponiendo un ahorro de unos 5.000 euros al año para el matadero”, explica Álvaro.

Además de los buitres leonados, los más abundantes en Aragón con unas 6.000 parejas registradas, también acuden a probar el menú ainsetano muchos milanos reales y negros, alimoches, quebrantahuesos, cuervos y algún buitre negro. “Los quebrantahuesos suelen esperar a última hora a por los huesos, cuando las otras especies ya se han llevado toda la carne. Una vez a la semana envía carne el Grupo Pastores, para apoyar las visitas guiadas”.

Seguir las reglas

Álvaro y Óscar regulan las visitas al comedero con grupos reducidos. Hay reglas; los buitres enseguida saben si el que llega es alguien conocido, y si se les altera la rutina, no bajan a comer. Los visitantes deben quedarse en un mirador a unos 100 metros, con visibilidad perfecta de las espectaculares bajadas de las aves a por sus porciones de comida, mientras el experto deposita los despojos en el área de recepción. Hay un fenómeno curioso. Los cuervos (no es humor negro, aunque los despojos del matadero sean muchas veces de conejos) levantan la liebre para los buitres, siempre atentos desde los montes cercanos, como la Peña Montañesa. “Cuando ven cuervos revoloteando, los buitres se fijan; muchas veces es señal de que han hallado un cadáver grande de una vaca por ejemplo, y como su pico no es fuerte para abrir bien la piel del animal se dedican a llamar la atención de los buitres, esperan a que se sacien y pasan luego a rebañar los despojos”.

La visita cuesta 10 euros (los menores de seis años no pagan) y se contrata en el Ecomuseo o por teléfono. Hay un aparte para fotógrafos; les reservan fecha en un día de aporte de comida, para llegar antes que las visitas turísticas normales, y se habilita el ‘hide’ (refugio acristalado) para ellos. En el Ecomuseo, por cierto, hay un área zoológica con cuidado a ejemplares irrecuperables para la vida salvaje; se mantienen dos búhos reales, un águila culebrera y una pareja de quebrantahuesos.

El Ecomuseo centraliza diversas acciones de conservación de la avifauna en Aínsa.

Zona Zero Pirineos, entramado de rutas al servicio de las bicis

Diego Mozota es un joven ‘rider’ ciclista de Aínsa que se mueve como pez en el agua a la hora de buscar sus límites sobre las dos ruedas. José Redondo, pucelano asentado en el Sobrarbe, es otro enamorado del juego de platos y piñones: ahora se tiende al monoplato, por cierto. Ambos evolucionan una tarde de otoño en la zona del nuevo ‘pump track’ –pista bacheada, dispuesta artificialmente para el trasiego de bicis, patinetes y monopatines– que estrenó Aínsa hace un mes justo después del puente del Cinca.

Susana Cubells nació y creció en Barcelona, pero tiene madre y abuelos de Boltaña. Ocupa el cargo de gerente de Zona Zero Pirineos (zonazeropirineos.com); su máxima ilusión era venirse a vivir al Sobrarbe, y lo consiguió. “Esta iniciativa que se constituyó en 2011 en Aínsa, lugar de procedencia de los seis empresarios que la crearon; se empezaron a marcar rutas en Aínsa, Boltaña y El Pueyo de Aragüás. Ahora estamos en toda la comarca, la idea era y es descentralizar. Hay 100 socios entre establecimientos hoteleros, bares, guías, empresas de alquiler de bicis… todo viene de 2006, cuando se creó la Asociación de Recuperación de los Caminos Tradicionales del Sobrarbe”.

En 2010 se popularizaron las bicis de doble suspensión y comenzó el ‘boom’ del enduro. En 2015 y 2018, Zona Zero albergó dos pruebas de las Enduro World Series. “Fueron espectaculares, el premio a años de empeño por marcar antiguos caminos con fidelidad. La base del trabajo en muchos puntos estuvo en fotos aéreas de 1956; se iba al monte, se extrapolaban esas fotos a mapas con una aplicación informática, se hallaba la servidumbre de paso de los senderos... es recuperación de patrimonio. Mucha gente ha visitado lugares favoritos de sus abuelos tras facilitarles nosotros el acceso”.

Fuente de ingresos

La evolución ha sido constante. “Zona Zero ha contribuido a ampliar la temporada turística; hacía falta un refuerzo más allá del verano para que muchos establecimientos no cerraran. Ahora somos uno de los sustentos económicos más fuertes de la comarca, y toca mantener los estándares; por otro lado, nuestra filosofía tiene mucho que ver con el esfuerzo colectivo, los voluntarios que han invertido tiempo y ganas en todo esto. Tenemos 2.500 kilómetros de rutas habilitadas entre senderos y pistas, unas 100 diferentes. Quiero destacar el trabajo de Maya Plessis, es una máquina con la apertura y adecuación de rutas”.

En cuanto al ‘pump track’, es una iniciativa del Ayuntamiento, que cuenta con la colaboración de Zona Zero y apoyo financiero europeo. La entrada es libre, abrió hace apenas un mes y es un éxito. “Lo ha montado Velosolutions, punteros en todo el mundo, y éste es sin duda uno de los mejores de España, por diseño y exigencia. Cada usuario es responsable de su integridad: exigimos casco y recomendamos protecciones, eso sí”.

El reto ahora es mantener adecuadamente las rutas, tanto las de pista como las de trial o las de rally, y señalizar más puertos de carretera; se quiere llegar a 20. “Llevamos nueve y queremos completarlo antes del 30 de junio de 2021”.

Arriba y abajo, del castillo y el Callizo a la Morisma y los ríos

Aínsa, junto a Boltaña (les separan apenas cinco kilómetros) está en el meollo del Sobrarbe; es una localidad vibrante en los meses de buen tiempo que se beneficia de la confluencia del salvaje río Ara y el no menos impetuoso Cinca. Su casco antiguo es una maravilla, pero para disfrutarla hay que ejercitar las piernas: es una buena panzada de escalones desde la parte baja del pueblo. Si se deja el coche en el aparcamiento del Castillo de Aínsa, la cosa es de arriba abajo, con la primera parada en la propia fortaleza y sus envidiables vistas; en verano (este año también, con Ara Malikian en el cartel) hay un gran festival de música en el patio. La plaza Mayor es el corazón de la villa allá arriba, justo a la salida del castillo; en una de sus esquinas está el Callizo, el restaurante más conocido del Sobrarbe y uno de los más conocidos de Aragón, que trabaja la llamada cocina tecno-emocional’ de montaña.

AÍNSA

Comarca. Sobrarbe.

Cómo llegar. Desde Huesca, su capital de provincia, hay 100 kilómetros por la E-7; se toma la salida de Sabiñánigo y se coge la N-260 hasta destino.

Santa María. En el corazón de la villa medieval destaca el templo parroquial, románico aragonés, que data de finales del siglo XI y mitades del siglo XII. Es una de las iglesias más impresionantes de la comarca, de todo el Sobrarbe.

Las Pequevisitas. Este juego de pistas se basa en unos Cuadernos de Ruta con mapas, preguntas y consejos para los niños. Se adquieren la Oficina de Turismo, el Hotel Sánchez y diversos establecimientos, por un precio de 2,50 euros. Cuando se complete el reto, la familia deberá regresar al punto de adquisición y reclamar su recompensa en ‘oro’.

La Morisma. Cada dos años, la plaza Mayor porticada se convierte en el escenario de la Morisma, que rememora la batalla entre moros y cristianos en el siglo VIII durante el reinado de Garci Ximénez. Un espectáculo que atrae cientos de visitantes.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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