aragón es extraordinario

La Ginebrosa y su hondura de corazón

Las dos simas del término constituyen una excursión muy interesante y nada complicada, para admirar con precaución auténticas maravillas

La Ginebrosa tiene monte, río y simas, una grande –grande de verdad– y otra ‘pequeña’, en la que nadie querría caer. La zona alta del paraje de Cananillas en el río Bergantes, que se comparte con Aguaviva, y la de Fontanales aguas abajo, con multitud de surgencias, son dos paisajes naturales que cuentan con muchos adeptos, pero las dos simas son como un polo magnético; llegar a ellas supone además una marcha nada exigente que permite asomarse (con sumo cuidado, por supuesto) a un verdadero fenómeno de la naturaleza.

Desde La Ginebrosa se toma la carretera que conecta al pueblo con la vecina Aguaviva, y tras avanzar algo más de cinco kilómetros (a la altura del 34 de esta vía) se toma una pista de tierra que está jalonada por campos cultivados. El vehículo se puede dejar en un claro cercano al desvío y luego hay que cruzar un gran campo hacia la pista que asciende al borde superior de la sima.

Un paisaje mágico

El ascenso es por un barranco, pero cómodo y con el único obstáculo de un árbol caído en las últimas lluvias, que deja sin embargo espacio suficiente para pasar. Llegados a un recodo aparece el aviso del sendero de 100 metros hasta destino, al que se accede por un terraplén sencillo con escalones de tierra trabajados en algunos puntos. Hay barandilla de madera para apoyar parte de este trozo y abrirse paso entre los árboles antes de llegar al objetivo.

La sima es impresionante:22 metros de diámetro en su boca y 63 de profundidad, rodeada de gruesas barandillas de madera que, eso sí, tienen aberturas; el peligro patente hace que sea una temeridad franquear la línea de prudencia que marcan estos maderos. Aviso para los escaladores y solamente para ellos: junto al árbol que hay en uno de los extremos de la sima hay puntos de anclaje para poder descender a su interior.

La sima pequeña

Para acceder a ella desde la grande hay que desandar la última parte del camino y regresar a la carretera, para tomar nuevamente dirección a Aguaviva apenas medio kilómetro: ahí hay que tomar una pista (asfaltada) que se dirige a la ermita de Santísima María Magdalena, que se erige en la partida llamada ‘Las Masadetas’.

La pista pasa a ser de tierra (transitable para cualquier vehículo) y debe seguirse por unos dos kilómetros, antes de tomar una nueva pista a la derecha en leve ascenso y arribar al vertedero. Ahí se sube un poco más y aparece la sima; hay que andar con cuidado, porque los árboles son muy tupidos en este punto. Si se opta por el paseo a pie, se puede seguir un itinerario de pistas agrícolas que va en paralelo al barranco de La Cañada en varios puntos, y que finaliza en la nevera local, una de las más elogiadas del recorrido de ‘Las bóvedas del frío’.

Junto a la nevera, a mitad de la propia ladera del pueblo, hay un recodo arbolado en el que se han dispuesto unos bancos. Se trata de un enclave privilegiado para disfrutar de la luz hechicera del atardecer, un secreto a voces del que suelen hacerse eco los propios ‘rabosos’ (gentilicio popular del pueblo) y los visitantes habituales.

El pueblo celebra su historia y la sigue construyendo con ganas

Miguel Ángel Balaguer es el alcalde de La Ginebrosa, llamada orgullosamente la Vila (así se llama el bar local, de hecho) por sus habitantes; en sus palabras exuda orgullo por todo lo que atesora su pueblo. “Al no tratarse del primer mandato, siento que ya trabajamos sobre un proyecto consolidado, y lo que se comenzó en el anterior ha marcado el camino del actual; no hay dinero para todo lo que queremos hacer, pero hemos encontrado la forma de minimizar gastos y apostar por la eficiencia energética, la optimización de consumo... La Ginebrosa tiene mucho que ofrecer”.

Miguel cree que “la naturaleza de la que disfrutamos es una maravilla, tenemos un buen patrimonio cultural y nosotros mismos somos otro valor –ríe– porque no tienes más que preguntar a quienes nos visitan”.

El ambiente que en otros sitios se recrea en fiestas puntuales ya lo tiene La Ginebrosa desde antaño; no en vano fue importante en la zona durante la baja Edad Media. “Esa estructura medieval que conserva el pueblo es muy curiosa –apunta el alcalde– y es que originalmente se trataba del terreno de un castillo, todo el pueblo era intramuros; a día de hoy siguen ahí los restos de murallas en muchos puntos del pueblo, los arcos ojivales y de medio punto en el interior de viviendas que, en muchos casos, se construyeron alrededor de ellos. También estamos dentro de la ruta de las bóvedas del frío”.

El peso de la Tarayola

La asociación cultural Tarayola, fundada en 1987, se aplica desde entonces a la hora de mover la máquina en todo tipo de iniciativas. Tarayola es el monte más alto del municipio; la asociación, mano a mano con el Ayuntamiento, se encarga de organizar durante todo el año exposiciones de arte plástico, charlas, apuestas lúdicas y deportivas, recreación de tradiciones y, cuando se tercia, reivindicaciones sociales por el bien del pueblo. Una que no tiene periodicidad fija y rescató la Asociación poco después de su nacimiento es la Sanantonada de enero, una dramatización de la lucha entre el bien y el mal.

El pueblo también tiene una Semana Santa lucida, con la cofradía de Santa María Magdalena, que se une al empeño de otros pueblos de la comarca en una pequeña Ruta del Tambor. También se hace anualmente un mercadillo del Siglo de Oro.

En las últimas semanas, Tarayola ha promovido una curiosa actividad en las redes sociales, para llamar con los nudillos suaves a la puerta de la nostalgia. El fondo de fotografías y vídeos que se ha creado poco a poco con el aporte de vecinos y allegados ha supuesto una serie de publicaciones en las que se comparan calles, rincones y edificios en épocas diferentes.

La asociación también ha editado el volumen ‘De Vila, tot un lujo’, un compendio de la gastronomía local en el que se detallan las recetas de las tortas de alma, los populares mantecados, almendrados, rosquillas o la torta de pimiento. El Horno La Ginebrosa produce y comercializa muchas de estas delicias: vende en físico y por la red.

Del lavadero restaurado al retoque anímico de La Sabrosa

La Ginebrosa tenía cinco puertas para su protección, y solamente conserva hoy en día la del sudeste. Entre sus rescates patrimoniales destaca el lavadero, cuya estructura ya fue restaurada hace años en varias fases: primero fue el tejado, y hace tres años se acometió la recuperación del suelo perimetral, que estaba cubierto de tierra y piedras. Se llegó a creer que el lavadero era para su uso de rodillas, pero cuando se hizo la obra apareció el suelo a la altura correcta. Ahora se trabaja en reparar las fugas de agua en el vaso.

En el patrimonio cultura merece mención aparte La Sabrosa, grupo de varietés local con pleno de miembros del pueblo. Con la ayuda formativa del colectivo La Cucarachona de Alcañiz, el grupo ha perfeccionado técnicas de puesta en escena, improvisación, montaje... son parte estelar de las fiestas (obviamente, no en 2020) desde hace un lustro.

LA GINEBROSA

Comarca. Bajo Aragón.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 128 kilómetros por la N-420 y la N-211.

Dónde comer y dormir. El bar La Vila es la referencia culinaria y social en el entorno del pueblo. Hay albergue municipal, y se cuenta además con la casa rural Villa Soro y los apartamentos turísticos Las Moradas.

Centro de Urbanismo Medieval. Se sitúa en el antiguo horno municipal. Una guía tridimensional para comprender las estructuras urbanas y medievales de la Reconquista.

San Bartolomé. La iglesia, de origen gótico y detalles barrocos, destaca por las obras del pintor Doménech, que durante su trabajo era acogido a turnos por las familias del pueblo. El púlpito fue obra de Julián Pallarés.

Póquer en D.O. La Ginebrosa es una de las pocas localidades turolenses con presencia de las cuatro denominaciones de origen que atesora la provincia: aceite de oliva Bajo Aragón, el melocotón de Calanda, el jamón de Teruel y ternasco de Aragón

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'

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