aragón es extraordinario

El Lleida, siglo y medio en el corazón de Graus

El hotel Lleida es un referente nacional, con más de 150 años de historia. Sus instalaciones preservan la memoria sin renunciar al proceso de renovación

En estos tiempos delicuescentes, en que nada parece permanecer más de un instante, todavía se sigue diciendo aquello de «esta casa es de toda la vida» para referirse a un negocio con pedigrí y antigüedad garantizada. En Graus, cuya sola mención se asocia siempre a la exquisita longaniza, hay una Asociación de Fabricantes que en su día hizo la longaniza más larga del mundo (certificada por el libro Guinness) y entre sus responsables, junto a Aventín y Casa Maella, estaba Melsa, firma con 160 años de historia. Negocios de toda la vida quedan muy pocos en España, casi se pueden contar con los dedos de una mano, y de ello pueden dar fe los integrantes de la familia Lleida, unos históricos hosteleros grausinos, auténticos ‘patas negras’ de la restauración y hostelería ribagorzana que con su establecimiento junto al río Ésera llevan dando servicio a viajeros y vecinos desde hace más de siglo y medio.

Los orígenes del actual establecimiento datan de la década de los sesenta del XIX; fueron el emprendedor Pascual Llorens Mateo y su esposa María Salamero Marro quienes iniciaron la actividad hostelera, a la vez que controlaban el paso por el puente del río Ésera, cobrando el impuesto municipal. De ahí deriva el nombre popular de ‘Casa del Puentero’ con el que los grausinos más ancianos todavía hablan del hotel Lleida.

Poco a poco se irían sumando nuevas personas y generaciones de esta familia de hoteleros a la gestión del espacio, que fue ampliando la actividad sabiéndose adaptar a los nuevos tiempos; se fueron superando los contratiempos, como la fuerte inmigración y despoblación sufrida por Graus y por toda la comarca de Ribagorza desde la década de los 60 del pasado siglo. La iniciativa del matrimonio Llorens Salamero la continuó su hija, Candelaria, quien al casar con Agustín Lleida Garcés selló la actual marca identificativa de la empresa, primero como fonda y colmado y después como hotel: ‘El Lleida’, como es conocido popularmente desde entonces.

Ya con este nombre se hizo cargo del negocio la tercera generación familiar, con Agustín Lleida Llorens y su esposa, Consuelo Arcas Mallo, quienes modernizaron el conjunto de las instalaciones del hotel, restaurante y bar, y lo consolidaron como un referente comarcal y provincial del sector hostelero.

Al pie del cañón

Con sus hijos Agustín y Fernando embarcados en otros proyectos empresariales ligados al sector, Consuelo apoya ahora los pasos de su nieto Daniel, quien está al frente en estos momentos del establecimiento grausino, uno de los auténticos decanos de la hostelería española, en una localización privilegiada dentro del casco urbano de Graus. «Yo ya soy bisabuela, y espero que pronto tengamos una sexta generación de hoteleros en la familia», comenta orgullosa la matrona de esta saga, siempre presta a la cordial bienvenida y la amable charla en el recibidor de su establecimiento primigenio, todo un referente de la restauración aragonesa.

Incorporando conocimientos y técnicas adquiridas en la vecina Cataluña o en la cercana Francia –donde el lujoso balneario de Luchon siempre supuso para la familia un muy buen espejo en el que mirarse–, el Lleida fue pionero local en la apuesta por una cocina de hotel de gran calidad, por la mejora de sus instalaciones de hospedaje y atención al público y por un servicio de habitaciones sumamente profesional; se trata de una constante mantenida a través del tiempo, que refleja la mentalidad de esta familia de hosteleros de adelantarse siempre al sector.

El Lleida, precursor en tantas cosas, se convirtió en punto de referencia de los primeros truferos que llegaron a tierras ribagorzanas en los últimos años de la década de los 40 del pasado siglo. Sus salones, de hecho, fueron el escenario de los primeros y secretos mercados nacionales de este hongo, consolidado desde hace mucho tiempo como una de las joyas de la gastronomía nacional.

En el campo del ocio, el Lleida también pisó antes que nadie en Graus. La primera discoteca que abrió sus puertas en la Ribagorza encontró asimismo acomodo en los locales de este hotel, que fue –también- pionero en atender a un incipiente turismo de masas atraído por las maravillas de la zona; lo hicieron con la misma profesionalidad que ha sido la enseña desde siempre del establecimiento, y lo mejor de todo es que el peso de su historia es simplemente el sustento de un presente vivo, pujante y lleno de nuevos proyectos en marcha. Al emblemático Lleida, por tanto, se le puede considerar un paradigma de la historia del turismo en Graus y en toda la Ribagorza.

El Museo de Iconos de la Virgen de la Peña y el universo ortodoxo

Graus siempre tiene rincones por descubrir y el singular Museo de Iconos Virgen de la Peña –mucho más desconocido de lo que se merece– es una visita muy recomendable. Situado en el antiguo hospital de peregrinos que se levanta junto a la basílica que le da nombre –visita también imprescindible por la majestuosidad del edificio y las vistas desde su singular claustro-, este espacio expositivo permite, aparte de una enriquecedora experiencia de descubrimiento artístico, una profundización cultural en una manera de entender el arte religioso alejada de los cánones occidentales.

El museo propone una aproximación didáctica y estética al arte del cristianismo oriental, a través de una cuidada selección de obras originales y reproducciones que nos acercan a ejemplos emblemáticos de lo que en España se llamó “arte bizantino” o arte ortodoxo; permiten profundizar en las diferencias estilísticas entre las diversas escuelas eslavas, griegas o coptas. Los impulsores de este museo unen a su vocación didáctica la primigenia intención de convertirse en punto de encuentro, reflexión y acercamiento al mundo del cristianismo ortodoxo.

"Esa fue la primera intención que nos impulsó a crear este pequeño museo, alentados por don Ambrosio, que era por entonces el obispo titular de la diócesis de Barbastro", recuerda el teólogo Constancio Arigita, creador con su esposa Itziar de este magnífico espacio. En aquellos momentos, hace ya 24 años, nadie imaginaba la fuerte presencia que en comarcas como Ribagorza iban a tener los emigrantes eslavos, pero ya entonces nació con voluntad ecuménica "para tender puentes de encuentro –comenta Arigita– entre un oriente y un occidente que comparten muchos más asuntos de los que pudiera parecer, a tenor del actual desconocimiento mutuo".

La más italiana de las plazas españolas: una sinfonía de color y volumen

El descubrimiento de la monumental Plaza Mayor es siempre motivo de asombro en Graus. Tiene poco que ver con la tipología de las plazas españolas; parece traída desde Italia o el sur de Alemania. Su estructura forma un pentágono irregular con portadas decoradas; combina dinteles neoclásicos y arcos de medio punto u ojivales con una hermosa galería porticada, base a su vez de coloridas casas nobles pintadas en tonos vivos. Sus palacios, con fachadas como enormes lienzos de pinturas grutescas o, directamente, realistas y simbólicas, otorgan a este espacio una personalidad única en España. Erigida en su actual estructura en el siglo XVI y con una gran reforma en el XVIII y comienzos del XIX, entre sus edificios destaca el renacentista ayuntamiento grausino, y las conocidas como Casa Heredia, Casa Capucho y Casa Barón –todas ellas con notables esgrafías– o el italianizante palacio de los Bardaxí.

GRAUS

Comarca. La Ribagorza.

Cómo llegar. Desde Huesca, su capital, hay 80 kilómetros por la N-240 hasta Barbastro y desde aquí por la N-123.

Dónde comer y dormir. Además del hotel Lleida, se cuenta con hoteles y fondas como el Palacio del Obispo o Casa Peperillo. Restaurantes como El Pesebre, Las Forcas, El Marítimo o Casa Roque, en Las Ventas, son siempre una garantía de buen comer.

Oferta museística. En Graus también abren sus puertas el Museo de la Historia y la Tradición, con colecciones antropológicas del XIX y principios del XX relacionadas con la vida en Graus, y el Espacio Pirineos, promotor de una incesante actividad cultural todo el año, con muestras temporales y una doble propuesta expositiva permanente sobre el entorno pirenaico y el folclor local.

De bares. Mención aparte merece la oferta barística con establecimientos de solera y muy concurridos como el López, el Bardají, La Bullanga, el Francés, El Pibe o el Rockola, con una amplia carta de tapas.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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