Villahermosa del Campo, una localidad turolense con apenas un centenar de vecinos situada en el límite con la provincia de Zaragoza, se convertirá el próximo día 25 en la meca del futbolín. Más de cien parejas procedentes de distintas comunidades autónomas competirán de las 8.00 a las 21.00 en los 10 futbolines montados montados en el pabellón municipal para el V Campeonato de Futbolín.

La recompensa de 3.000 euros para el tándem ganador atraerá a quienes practican este juego como pasatiempo y también a parejas "profesionales" que rondan por todo el país a la caza de premios en metálico. Miguel Ángel Prada, uno de los organizadores del torneo, explica que hay parejas que "hacen más de 1.000 kilómetros para competir, y eso no lo hace un simple aficionado". El año pasado, por ejemplo, ganó una pareja de Sevilla "muy curtida".

El Campeonato de Futbolín nació a partir de una conversación de vecinos en el único bar de Villahermosa sobre qué hacer para dinamizar el municipio y, a la vez, celebrar un día de fiesta. Se barajaron campeonatos de guiñote y dardos, pero finalmente se optó por el futbolín, un juego con tradición en el pueblo, donde la oferta lúdica está bajo mínimos. La encargada del bar, Concha Gracia, explica que "en invierno las únicas distracciones son el futbolín y organizar alguna merienda".

La iniciativa ha calado entre los aficionados, que año tras año completan el aforo. En 2009, los organizadores quisieron dar un paso adelante y se dirigieron al mismísimo Rey Juan Carlos I para rebautizar el campeonato como 'Copa del Rey de Futbolín', además de invitarle a asistir personalmente a la competición. Desde la Casa Real respondieron por carta que, aunque agradecían "el amable ofrecimiento", no se podía atender la propuesta porque el padrinazgo real para torneos es "muy restrictivo".

Pero los organizadores no se amilanan y, además de seguir adelante con el Campeonato, estudian ahora la posibilidad de convertirse en Federación Aragonesa de Futbolín. Y eso que, como explica el alcalde, José Antonio Ramo, organizar el torneo supone un esfuerzo titánico en un pueblo con 98 vecinos. Diez voluntarios se encargan de los preparativos. "Somos pocos para tanto trabajo -se lamenta-, pero es que aquí vivimos también muy pocos".