Un taller organista en la vega del Turia

I Carlos Álvarez, fabricante de órganos, buscaba un lugar sin ruido para afinar sus instrumentos, y recaló en Villel.

El órgano destinado a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Cieza (Murcia) recibe los últimos toques en el taller organero de Villel.
Un taller organista en la vega del Turia
J. ESCRICHE

Carlos Álvarez, organero cubano asentado en Teruel desde 1999, ultima en su taller de Villel el montaje de un gran órgano de 9,5 metros de alto por 6 de ancho y 10 toneladas de peso para la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Cieza (Murcia). Simultáneamente, trabaja en la restauración de una pieza más pequeña, de 4,5 por 6 metros y 4,5 toneladas, para la iglesia de San Antonio de Los Alemanes de Madrid. Álvarez es propietario del único taller fabricante de órganos de la provincia y uno de los pocos que subsisten en Aragón.

El asentamiento en Villel, tras pasar por el Centro Europeo de Empresas e Innovación (CEEI) de Teruel, no fue casual. "Necesitábamos un lugar silencioso para algunas fases del montaje, sobre todo para afinar la sonoridad, y que estuviera bien comunicado", explica Carlos. Tras mantener contactos con Cella y Albarracín, la balanza se inclinó del lado de Villel, localidad ribereña del Turia, donde la empresa ocupa una nave de 1.200 metros cuadrados y cuenta con cuatro trabajadores.

El taller trabaja tanto en restaurar como en construir. El órgano para Cieza es un instrumento de nueva fabricación, aunque inspirado en modelos barrocos. El órgano para San Antonio de los Alemanes tiene más de restauración. Conservará la tubería original de principios del siglo XX. Al estar fabricada con metal, resiste mejor el paso del tiempo que el resto de las piezas, construidas en madera y que son presa fácil de los insectos xilófagos y las humedades.

Sin salir de Teruel, Carlos Álvarez ha construido y restaurado órganos para la iglesia de Santa María de Albarracín, Santa María la Mayor de Calamocha o la parroquial de Belmonte de San José. Los materiales que utiliza en su trabajo -mitad artesanía mitad arte- proceden, en su mayor parte, del exterior. La madera de roble procede de Francia y la de cedro, del Líbano. Además, emplea aleaciones de estaño y plomo y hueso de vaca para los teclados. La única materia prima autóctona es la madera de pino de la sierra de Albarracín.

El resultado son auténticas obras de arte, que combinan una cuidada afinación musical con una factura y decoración exquisitas. Sin embargo, como todas las actividades económicas, tampoco se libra de los efectos de la crisis. "Los costes suben mientras tenemos que ajustar los precios para poder competir en un mercado donde escasean los encargos", se lamenta.