GASTRONOMÍA

Ferran Adrià reinventa ahora las tapas

El prestigioso cocinero acaba de abrir junto a su hermano y otros socios un bar en el centro de Barcelona. 'La vida y la tapa 41º' va a ofrecer exquisiteces de todo tipo. Se promete un festival por 50-70 euros.

Compartir, conversar, probar e ilusionar. Suena a eslogan publicitario de una compañía de móviles, pero en realidad se trata de la filosofía de la última creación del chef Ferran Adrià: un restaurante de tapas en la popular avenida barcelonesa del Paralelo. No servirá croquetas ni pinchos de tortilla al uso, el concepto de La Vida Tapa y 41° es más selecto.


"Queremos poner un trozo del Bulli en el centro de Barcelona", afirma Albert Adrià, hermano del cinco veces elegido mejor cocinero del mundo y su compañero en esta nueva aventura, junto a los hermanos Iglesias, del Rías de Galicia.


Situado en la avenida del Paralelo de la capital catalana, la que fue y vuelve a ser la arteria de los teatros de la ciudad, el local ha abierto esta semana, pero lo ha hecho a medio gas. Primero ha arrancado la zona llamada 41°, que alberga una coctelería. La carta de aperitivos es toda una tentación. Hay desde ostras con clorofila de menta y finger lime (a 4,5 euros la unidad), a sugerentes aperitivos de caviar (18 euros los 10 gramos), pasando por algas crujientes con quinua (3,20 euros, 5 unidades), profiteroles de grosella negra y yogur (3,5 euros), pistachos de yogur o cortezas de cerdo. Ideales para acompañar el gin-tónic.


El segundo espacio del establecimiento, que será el restaurante propiamente dicho, llamado Tickets  abrirá en breve -a principios de febrero- y es ahí donde los hermanos Albert y Ferran Adrià mostrarán El Bulli en su versión reducida. "No quiero hacer el mejor bar de tapas del mundo, sino un bar de tapas para todo el mundo". Lo afirma Ferran y lo dice porque el restaurante, a diferencia de muchos otros, tendrá una gran pantalla de televisión para que los comensales puedan ver los partidos de fútbol.


Según Albert, por 50-70 euros, la gente podrá darse todo un "festival". "Todo lo que hagamos será sublime", añade. La carta es aún un secreto, pero en esencia serán "tapas modernas ligeramente sofisticadas". "Cocina hecha por y para el producto", dice.


A lo largo de las cinco barras que tiene el local, que tratan de simular una feria de pueblo, podrá saborearse una selección de banderillas de órdago. Una versión de los chicharrones del bar Mantecas de Cádiz, jamones Joselito cortados a cuchillo, ostras a la gallega, en escabeche, en salsa verde, en salpicón , nécoras a la plancha, caracolas, navajas, bruños, almejas, mejillones, erizo con aguacate y gelatina de menta, sepietas con cebolla en su tinta y pasta de almendras


Habrá también ensaladas, alcachofas con suero de Idiazabal ahumado, aceite de avellanas y huevas de mújol, menjar blanc de almendras con consomé de jamón ibérico o sandía a la parrilla con tomate concassé. Algunos platos han hecho famoso al Bulli y otros son de nueva creación.


El local tiene capacidad para 90 comensales (todos sentados) y habrá que reservar mesa con bastante antelación porque, según afirman los responsables, las peticiones ya les están desbordando.


Y en eso también se parecen al hermano mayor de la criatura: El Bulli. Situado en la cala Montjoi, en Rosas, distinguido con tres estrellas en la Guía Michelin, fue considerado el mejor restaurante del mundo en los años 2002, 2006, 2007, 2008 y 2009. Solo permanecía abierto la mitad del año y únicamente ofrecía un turno de comidas diario, por lo que solo unas 8.000 personas conseguían comer en el establecimiento cada año.