Esta semana ha estado conociendo las ciudades santas por las que pasa el río Ganges. Precisamente en una de estas, en Haridwar, tuvo su primer contacto con el río sagrado. Después, subió a un templo hindú. "Daba un poco de vergüenza tener el dinero de las donaciones a la vista de todos, el personal insistiendo en que donaras y ver cómo al donante se le marcaba con la 'tikka' (polvo rojo vivo) en la frente cuando daba dinero", explica Álex.

En Rishikesh, otra ciudad santa, tuvo la oportunidad de estar en un 'ashram' (en la imagen). "Es una especie de hostal para descansar y meditar -cuenta-. Las habitaciones son muy pequeñas y extremadamente austeras, lo que les da su encanto". Álex recuerda que las camas eran "duras como una piedra, con un colchón fino, y en la habitación había dos ventanucos y tres estanterías del mismo color que las paredes".

Además, Álex asistió a una boda hindú. Quería pasar desapercibido, pero ocurrió todo lo contrario. "Nada más entrar por la puerta, vinieron todos directamente hacia mí. Me preguntaban qué quería, me ametrallaban con preguntas del tipo '¿Está buena la comida?', '¿Te gusta la India?', '¿Cuántas novias tienes?', '¿En España se come con palillos?'", dice.

"Nada más terminar, me echaron a la pista de baile, donde cinco personas se peleaban por atraer mi atención para que siguiera los coreografiados pasos de baile. También me hicieron bailar la canción 'Me gusta la gasolina'. ¡Se sabían ellos la letra mejor que yo! Me hicieron fotos, me grabaron vídeos, me hicieron corros... y cuando me senté, totalmente agotado, siguieron con otra batería de preguntas: '¿Tienes coche?', 'Has tenido un romance íntimo con tu novia?', '¿Te ha sentado bien el alcohol?'... Fue la noche más larga y estresante de mi vida", relata Álex.