De 'bailarina granjera' a concursar en Mrs World dos semanas después de dar a luz a su octavo hijo

Hannah Neeleman, de 33 años, pone patas arriba el mundo del feminismo dando el pecho a su bebé recién nacida en el certamen de belleza como representante de Mrs American

Miss America
Neeleman, Mrs American
Instagram

La maternidad femenina pasó por un momento #MeToo el día que Demi Moore posó semidesnuda en la revista Vanity Fair para enseñar sus siete meses de embarazo bajo la lente de Annie Leibovitz. Desde aquel día de empoderamiento, millones de mujeres se han fotografiado orgullosas de su bombo maternal. Eso fue en 1991, cuando las mujeres salían de su envoltura de seda convertidas en mariposas que volaban libres, abrazando la belleza de sus presuntas imperfecciones hasta con alas estriadas.

Había que terminar con siglos de mujer objeto que relegaban al ostracismo a cualquier cuerpo ajeno a los estándares de una sociedad marcada por la industria publicitaria de Park Avenue. Entonces llegó Kate Middleton, perfectamente peinada y maquillada, con su sonrisa de princesa para las primeras fotos con su bebé recién nacido, ¡apenas siete horas antes! Y lo hizo así hasta tres veces en los siguientes cinco años y medio.

Las mujeres de todo el mundo, a las que sus maridos plasmaron ojerosas y retorcidas desde las entrañas, se sintieron traicionadas por este nuevo modelo irreal del parto de la glamurosa parturienta que las somete a los mismos estándares de Park Avenue de los que intentan escapar en el momento más vulnerable de sus vidas. Justo cuando más necesitan descansar y recuperarse del trauma de dar a luz y convivir con un nuevo ser que devora todo su tiempo y atención, la sociedad responde con consejos de fajas, dietas, cremas y tablas de ejercicio para recuperar la figura. En consecuencia, "muchas llegan al posparto con expectativas irreales de cuánto pueden controlar sus cuerpos, cuando manejar bien la relación emocional con el cuerpo no solo es buena para ella, sino también para un niño más sano", advirtió en un artículo de opinión la doctora Alexandra Sacks, especializada en salud mental femenina.

La casada más guapa

La 'bailarina granjera' de 33 años Hannah Neeleman ha elevado esa aberración hasta niveles insospechados. Este mes, dos semanas después de dar a luz a su octavo hijo, desfilaba por la pasarela de un hotel de Las Vegas en el concurso de Mrs World, tras quedar Mrs American en agosto, en un certamen de belleza dedicado a elegir a la señora casada más guapa del mundo de 20 y 59 años.

"Todavía sangro un poco", le dijo hace dos semanas a su entrevistadora del diario New York Times. Las imágenes del concurso constatan que su vientre era tan plano y un cuerpo tan esbelto que sus competidoras tenían poco que hacer en su mundo de mamá perfecta (Mrs Alemania se llevó la corona). "Muchas de nosotras tenemos hijos y no hay nada de lo que avergonzarse en ello", declaraba en su apología mormona de la maternidad masiva dictada por Dios.

Entre pastel y pastel, la bailarina granjera ha amasado 15,6 millones de seguidores en Instagram y TikTok, donde encarna una nueva versión de 'La Casa de la Pradera'. No ha tenido suficiente con frustrar a todas las amas de casa que la han visto a diario hornear bizcochos con sus pantalones de peto y sus vestidos florales, rodeada de niños que nunca gritan, sino que aspiraba a ser la más guapa del mundo, dos semanas después de parir. "¿Qué tiene la bailarina granjera que irrita tanto a las mamás?", se preguntaba la revista Glamour, tan en la inopia como ella, porque ambas hacen caja registradora de la frustración ajena. Neeleman nunca responde a las críticas que presentan sus seguidores en los comentarios, ni si realmente oculta a un ejército de niñeras.

Hijo de un millonario

Tienen razón quienes piensan que detrás de esta imagen bucólica de sublimidad tiene que haber trampa. Si a la duquesa de Cambridge no le faltaron peluqueros, esteticistas y maquillistas para superar ante las cámaras aquella experiencia "aterradora", reconocería años después, tras una noche que recuerda "en brumas", "desesperada por volver a casa y recuperar la normalidad", a la glamurosa granjera tampoco le faltan medios. Su marido, Daniel Newman, es hijo de David Newman, fundador de JetBlue y otras cuatro aerolíneas, con una fortuna valorada en más de 400 millones de dólares.

De cómo contribuye todo eso a facilitar su vida de granjera a lo Martha Stewart en un entorno romantizado del siglo XIX no se puede más que especular, porque ella nunca cuenta los secretos de artista. Igual que la realeza mantiene un muro de separación con el resto de los mortales, con los que no ha de confundirse, cualquier reacción ofuscada podría desvanecer el hechizo. Y si bien la polémica favorece el negocio de 'influencer' en las redes sociales, la divinidad es un arte que requiere de una delicada trilogía para ser lo suficientemente bella y distante como para subir a los altares y a la vez parecer lo suficientemente humana como para que el resto de los mortales puedan aspirar a su imagen y semejanza.

Neeleman lo ha amasado hasta el punto esponjoso y crujiente de sus pasteles de mantequilla y sus bucólicos jarrones florales. Conoció a su marido en Nueva York donde estudiaba danza en Juliard, una de las escuelas de arte más famosas del mundo. Su religión mormona (forman parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) y el trabajo de su marido en la empresa familiar les llevó a evangelizar en Brasil, donde un día la experiencia vacacional en un rancho de caballos y frutas tropicales les extasió hasta el punto de cambiar su vida de urbanita por un rancho de 328 acres de Kamas (Utah). Allí descubrieron que los errores de aprendiz de granjeros les permitían captar más almas que la Biblia, y pronto la historia de amor se transformó en una mina de seguidores a los que suma su prole de 'Con Ocho Basta'.

Mrs American sólo tiene 33 años, así que la saga puede continuar entre dulces sonrisas y sombreros de cowboy. Es la Barbie de las mamás, esa imagen de perfección inalcanzable que eleva el estándar para el resto a niveles peligrosos, en una sociedad en la que el continuo escrutinio de los cuerpos femeninos los despoja del poder interior de la feminidad para someterlos a los bajos instintos del hombre de cromañón que aún mueve los hilos del poder. "Porque realmente toda esta industria casera de diseccionar sus publicaciones como si fuera una tesis de maestría no se trata de ella, ¿verdad?", concluía con un guiño de conciencia la revista Glamour.

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