Cuando una fuerza misteriosa saca de su órbita a la Luna y está comienza a precipitarse sobre la Tierra, el exastronauta Brian Harper, su antigua compañera en el espacio y actual directora técnica de la NASA Jo Fowler y el experto en megaestructuras K.C. Houseman, convencido de que la Luna es una estructura artificial, se unen en una arriesgada misión espacial para salvar el planeta.

Descubre el gazapo científico en este diálogo de la película ‘Moonfall’, dirigida en 2022 por Roland Emmerich, que también firma el guion junto a Spenser Cohen y Harald Kloser y con un reparto que incluye a Halle Berry (Jocinda ‘Jo’ Fowler), Patrick Wilson (Brian Harper) y John Bradley (K.C. Houseman), entre otros.

El diálogo

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El gazapo

Y tanto que sí. Pero más que de locos, habría que decir de lunáticos, no solo entendidos como quienes pasan por fases de locura transitoria, sino también como fanáticos de la Luna que abrazan locas hipótesis. Y lo peor es que no se queda en eso, en un friqui lanzando fantásticas hipótesis, sino que finalmente resulta que sí, que la Luna es una megaestructura artificial con una enana blanca en su interior, en un giro del guion que es un absoluto disparate.

Cuando una estrella de tamaño moderado como nuestro sol agota todo el combustible de su núcleo se convierte en una enana blanca. De hecho, se estima que aproximadamente el 97% de las estrellas de la Vía Láctea acabarán convertidas en una de ellas. Así que en lo tocante a la disponibilidad de enanas blancas en la galaxia para propulsar estructuras artificiales no hay problema.

Una enana blanca típica tiene casi la masa del Sol y es solo ligeramente más grande que la Tierra. Y ya tenemos aquí el primer inconveniente –y también el menor de ellos; y no es un juego de palabras–: que el tamaño de las enanas blancas no encaja bien en el molde de la Luna. Sin embargo, aunque lo habitual es que sean de un tamaño similar al terrestre, existen estrellas blancas apreciablemente más pequeñas. De hecho, en 2021 fue descubierta la enana blanca más pequeña detectada hasta el momento, de un tamaño solo ligeramente mayor que la Luna. Así que una que fuese un poco más pequeña ya encajaría en nuestro molde lunar.

Pero ahora llega un inconveniente mucho más grave –y esto sí es un juego de palabras–: porque si ya antes se mencionó que las enanas blancas eran cuerpos muy másicos –con mucha masa, y por tanto tremendamente densos– resulta que aquella descubierta es asimismo la más pesada detectada hasta la fecha: 450.000 veces más masiva que la Tierra.

Una circunstancia –que sea la más pequeña y la más masiva a la vez– consustancial a la propia naturaleza de las enanas blancas: al agotarse el combustible del núcleo y en ausencia de la fuente de energía interna que mantiene en expansión a la estrella, esta colapsa bajo el efecto de su propia masa –y esto es fácil de entender si se piensa en un globo aerostático que se mantiene hinchado mientras el quemador está encendido; pero al apagarlo, el aire del interior se enfría, comienza a contraerse y el globo se pliega y se desmorona bajo el peso de la tela–.

Y que colapse por el efecto de su propia masa implica que cuanta más masa, más colapsa. De ahí que cuanto menor sea la enana blanca, más masa concentrará. Y la enana blanca del interior de la Luna sería muy pequeña.

Y claro, cuanta mayor es la masa de un cuerpo, mayor es la atracción gravitatoria –o si se prefiere, más intenso será el campo gravitatorio del cuerpo– que ejerce sobre los objetos localizados en sus proximidades. La gravedad en la superficie de una enana blanca típica es unas 350.000 veces mayor que en la superficie terrestre; y aquí estamos hablando de una megaestructura todavía más masiva. Lo cual tiene difícil encaje con que sea la Luna la que orbita alrededor dela Tierra atrapada por su campo gravitatorio. Al contrario, de existir tal megaestructura tendría que ser la Tierra la que girase alrededor de la Luna… o directamente cayese en picado sobre ella por el tremendo tirón gravitacional que ejercería un cuerpo más de 450.000 veces más pesado que nuestro planeta.

En definitiva, que el hecho de que la Luna desvíe su rumbo y se salga de su órbita circular –que ya sabemos que no es tal– sería el menor y el más improbable de los problemas.

Y por si no fuera suficiente...

Pero es que, aun obviando las dos graves pegas anteriores, todavía tenemos que enfrentarnos a un tercer y candente –hete aquí otro juego de palabras– inconveniente. Porque la temperatura media de una enana blanca es de más de 100.000 Kelvin. Suficiente como para fundir al instante cualquier estructura artificial con la que se pretendiese rodearla. Y también para achicharrar a los inconscientes que quisiesen poner en práctica tan peregrino proyecto. Lo que nos devuelve al principio: a quien habría que encerrar por loco o lunático es al friqui de las megaestructuras y al guionista que habla por su boca.

PD: Por cierto: si el núcleo de energía es una estrella blanca agotada –es decir, que ha agotado todo su combustible– ¿cómo obtiene su energía la megaestructura? ¿Por qué no buscar un motor todavía con el depósito lleno y en activo? Por falta de estrellas no será.

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