Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La Península Ibérica tuvo un papel clave en la supervivencia de las poblaciones del Paleolítico

La Universidad de Zaragoza lidera un estudio paleo-genómico en el que se recupera el genoma humano más antiguo del sur de la Península.

Equipo arqueológico de Cueva de Malalmuerzo.
Equipo arqueológico de Cueva de Malalmuerzo.
Pedro Cantalejo

La Península Ibérica jugó un papel principal en la supervivencia de las poblaciones humanas del Paleolítico, en concreto como refugio de poblaciones durante la Edad del Hielo, es decir, como una región climáticamente protegida donde los grupos humanos sobrevivieron antes de volver a expandirse por Europa. Así se desprende de dos estudios paleo-genómicos en los que participa Vanessa Villalba-Mouco, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, investigadora Margarita Salas en Universidad de Zaragoza, publicados en paralelo en las revistas Nature Ecology and Evolution y Nature, fruto del trabajo de dos equipos de investigación internacionales que han analizado el ADN antiguo de más de 100 individuos cazadores-recolectores de Eurasia.

El primer estudio incluye datos genómicos de un individuo del sur de Iberia, datado directamente de hace 23.000 años, uno de los momentos más fríos de la conocida como Edad del Hielo, cuando los grupos humanos desarrollaron la cultura Solutrense. Este estudio también incluye nuevos datos de individuos Neolíticos de entre 7.000 y 5.000 años procedentes de yacimientos arqueológicos de Andalucía tan conocidos como la Cueva de Ardales.

El segundo estudio, que cuenta con más de 100 individuos cazadores-recolectores de antes y después de la Edad del Hielo en Eurasia, incluye también cazadores-recolectores de la Península Ibérica. Ambas publicaciones llenan el vacío temporal existente en regiones inexploradas hasta el momento, aumentando así el conocimiento sobre la historia genética del Paleolítico de Eurasia Occidental.

La Península Ibérica juega un muy papel específico e importante en la reconstrucción de la historia de las poblaciones humanas. Su localización en el suroeste de Europa hace que este territorio actúe como un callejón sin salida de Eurasia, y por ello se ha considerado tanto sumidero como fuente de movimientos poblacionales tras las drásticas contracciones y expansiones que sufrieron las poblaciones paleolíticas antes y después de la Última Edad de Hielo. Tanto es así, que estudios previos centrado en datos genómicos de cazadores-recolectores de Iberia de hace 13.000 a 8.000 años de antigüedad ya evidenciaron la supervivencia y el legado de un linaje paleolítico mucho más antiguo que en otras partes de Europa donde fue reemplazado.

Cueva de Malalmuerzo.
Cueva de Malalmuerzo.
Pedro Cantalejo

También se sabe que la ascendencia genética de los individuos anteriores al Último Máximo Glacial (el periodo más frío dentro de la Edad del Hielo) del centro y sur de Europa difieren genéticamente de aquellos individuos que habitaron Europa central después de la Edad de Hielo. Sin embargo, se desconocía el panorama genético en Europa occidental, debido a la falta de datos genómicos de individuos que habitaron Europa antes y durante el Último Máximo Glacial.

Gracias a estos dos nuevos estudios se ha podido llenar este vacío en la historia de la población ibérica. Los datos clave de ambos estudios proceden de individuos de hace 27.000 años de antigüedad, de los yacimientos de Cataluña de Mollet III y Reclau Viver (Gerona), anteriores al Último Máximo Glacial, y del individuo procedente de la Cueva del Malalmuerzo (Granada) datado en 23.000 años de antigüedad, época en la que grandes partes de Europa estaban cubiertas por masas de hielo.

Ambos estudios describen una conexión genética directa entre un individuo de Bélgica de hace 35.000 años y los individuos anteriores o contemporáneos al Último Máximo Glacial de Iberia y Francia, mostrando así una gran continuidad genética en Europa occidental. 

Arte rupestre de la Cueva de Malalmuerzo.
Arte rupestre de la Cueva de Malalmuerzo.
Pedro Cantalejo

“El período más frío de la Edad de Hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central, pero este no parece ser el caso de la Península Ibérica”, explica Vanessa Villalba-Mouco. Esta continuidad genética a lo largo de varias decenas de miles de años sustenta el papel de la Península Ibérica como refugio de poblaciones durante la Edad del Hielo, es decir, actúa como una región climáticamente protegida donde los grupos humanos sobrevivieron antes de volver a expandirse por Europa. “Además, no solo es posible trazar una conexión genética con individuos que datan de un periodo próximo a la Edad del Hielo, sino incluso con las primeras poblaciones del Paleolítico superior que habitaron Eurasia hace más de 45.000 años”, añade Villalba-Mouco.

El legado genético de la Edad del Hielo caracteriza a su vez a los grupos que se expandieron desde el ‘refugio del sur’ hacia Europa occidental y central, donde formaron un horizonte cultural conocido como 'magdaleniense', visible en el registro arqueológico entre 17.000-12.000 años de antigüedad. "Esta continuidad genética tan prolongada en el tiempo es excepcional, especialmente porque el linaje genético que estaba presente antes y durante la Edad de Hielo en la península Ibérica ya había sido reemplazado en otras partes de Europa en este momento", agrega Wolfgang Haak del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, autor principal de ambos estudios.

Excavación en Cueva de Ardales.
Excavación en Cueva de Ardales.
Pedro Cantalejo

El estudio publicado en Nature Ecology and Evolution también incluye individuos mucho más recientes que datan del Neolítico, época en la que se desarrolla la agricultura y la ganadería en Europa. 

Los individuos neolíticos de Andalucía tienen la ascendencia característica de los grupos neolíticos de Anatolia, lo que indica que estos primeros grupos agrícolas se expandieron a lo largo de grandes distancias geográficas. “Sin embargo, los individuos del Neolítico del Sur de Iberia tienen una mayor ascendencia de tipo cazador-recolector, lo que sugiere una interacción mucho más estrecha entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores en el Sur de Iberia que en otras regiones”, dice José Ramos-Muñoz de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio. 

"Sorprendentemente, todavía es posible rastrear el legado genético del Paleolítico en los primeros agricultores del Sur de Iberia, lo que sugiere una mezcla local entre dos grupos de población con diferentes estilos de vida", concluye Gerd C. Weniger de la Universidad de Colonia y coautor del estudio.

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