Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La ciencia responde

¿Podemos vivir sin plásticos?

Empleamos desde hace décadas materiales plásticos, en sus distintos polímeros y formatos, para envasar los alimentos. Lo que empezó siendo una ventaja enorme y permitió mejorar la protección de los alimentos frente a la contaminación bacteriana, durante el transporte y la distribución de alimentos a todos los mercados, parece que se vuelve ahora en contra. ¿Por qué este cambio radical y tan repentino?

Recreación de una ola de residuos plásticos durante una manifestación contra la crisis climática
Recreación de una ola de residuos plásticos durante una manifestación contra la crisis climática
C. Bilán / EFE

¿Por qué se ha vuelto tan problemático el uso de plásticos?

Nuestra sociedad ha abusado de los envases de plástico. El estilo de vida actual hace que hayan proliferado porciones pequeñas de alimentos envasados individualmente y, con frecuencia, introducidas en otro envase de mayor tamaño, lo que provoca un sobre-envasado. Todos ellos son de un solo uso y, por tanto, acaban en la basura. La mayoría de ellos son envases flexibles, construidos por varias capas de diferentes materiales, que no se pueden separar ni reciclar.

El problema no son los plásticos en sí, sino lo que hemos hecho con ellos. No hemos reaccionado a tiempo y nuestro entorno se ha llenado de basura de plástico, difícil de gestionar.

¿Pero realmente podríamos vivir sin plásticos?

Resulta difícil eliminar completamente los plásticos como envase de alimentos. La venta a granel tiene mayores riesgos de contaminación bacteriana y, sin duda, no usar plásticos provocará que se tire un mayor volumen de alimentos a la basura debido a su rápido deterioro. Nos obligará además a realizar la compra con mucha frecuencia, lo que supondrá un cambio importante en nuestro estilo de vida. ¿Estamos dispuestos?

¿Los envases de plástico pueden transferir sustancias al alimento?

Los envases plásticos no son completamente inertes e interaccionan con el producto envasado y, como consecuencia, pueden transferir sustancias al alimento. Por ello, ingerimos en la dieta muchas sustancias químicas, en pequeña concentración, que no deberían formar parte de los alimentos. Esta transferencia de sustancias está controlada y vigilada por la legislación vigente (Reglamento 10/2011/EU), de forma que los plásticos que encontramos en el mercado cumplen con dicha legislación. Pero somos los consumidores quienes, con frecuencia, hacemos lo que no se debe hacer. Por ejemplo, calentamos la comida en cualquier plástico, cuando la mayoría de ellos no están diseñados para soportar altas temperaturas. Los fenómenos de transferencia de sustancias se aceleran con la temperatura, de manera que, al calentar, se desprenden más sustancias, y en mayor concentración, que se disuelven en el alimento que comemos. Por el contrario, a baja temperatura, en nevera o congelador, los riesgos disminuyen. La transferencia de sustancias se reduce o desaparece.

¿Son buenos todos los bioplásticos y plásticos biodegradables?

Los plásticos convencionales provienen en su mayoría del petróleo. En los últimos años se ha conseguido producir algunos de los plásticos comunes –polietileno, polietilentereftalato (PET)…– a partir de residuos vegetales. Por ejemplo, de caña de azúcar, que por fermentación produce alcohol (etanol), que químicamente se transforma en etileno o en etilenglicol y, a partir de estos monómeros, se producen polietileno o PET, respectivamente. Ambos se pueden considerar bioplásticos. Sin embargo, no son compostables ni biodegradables. Su comportamiento es igual que los que provienen del petróleo.

Los plásticos biodegradables o compostables son aquellos que pueden descomponerse en los elementos químicos que los forman, por la acción de agentes biológicos, como plantas, animales, microorganismos y hongos, bajo condiciones ambientales naturales. Para que sean considerados como biodegradables, deben descomponerse el 90% en seis meses, en condiciones controladas de temperatura, humedad y en presencia de microorganismos, mediante lo que se llama compostaje controlado. Pero cuando al ser abandonados en el medio ambiente sin las condiciones de control adecuadas, no se descomponen, no pueden considerarse biodegradables. De nuevo estamos ante la acumulación de residuos plásticos. Es curioso que alguno de los biopolímeros que se producen industrialmente por fermentación microbiana a partir de recursos vegetales renovables, como el PLA (ácido poliláctico) no sean compostables fuera de una instalación de compostaje controlada.

¿Pero son mejores materiales de envase y más seguros?

De momento no son mejores materiales que los convencionales. No cumplen con las propiedades barrera necesarias para muchas aplicaciones. Por ejemplo, no permiten envasado al vacío ni con atmósfera modificada, sueldan consigo mismos o con otros con dificultad, salvo algunas excepciones… Y no olvidemos que todos ellos son procesados industrialmente, por lo que necesitan también aditivos que les confieran las propiedades y funcionalidad necesarias (deslizamiento en máquina, brillo, flexibilidad, protección UV, antioxidantes, etc.). Todos los aditivos deben ser también compostables o biodegradables y deberían provenir de fuentes renovables. Además, algunos materiales de un solo uso son tratados superficialmente para impermeabilizarlos, pero el tratamiento no siempre es ‘amigable’ y puede ser tóxico, como ocurre si son compuestos polifluorados.

Desde el punto de vista de seguridad alimentaria, estos materiales tampoco son inertes y pueden transferir sustancias al alimento envasado. El grupo de investigación GUIA de la Universidad de Zaragoza está estudiando de forma sistemática los materiales disponibles en el mercado y algunos de ellos antes de su comercialización.

¿Son mejores los materiales naturales para contacto alimentario?

Existe la creencia de que los productos naturales son sanos y seguros y este convencimiento se extiende a los materiales para contacto con alimentos. Vemos en el mercado platos de distintas fibras para un solo uso (trigo, maíz, bambú…) o para uso repetido (bambú). Estos últimos son en realidad un polímero convencional (melamina) con carga de bambú en polvo. No es biodegradable y tiene mayores problemas que los plásticos convencionales.

¿Cómo se comprueba que los plásticos y otros materiales de envase no son tóxicos?

Los polímeros como tales no son tóxicos. Pero pueden serlo algunas de las sustancias que pueden desprender. Por ello, es muy importante el control exhaustivo de todos los plásticos para contacto con alimentos. Para comprobarlo se exponen a los llamados simulantes de alimentos –disoluciones que mimetizan el comportamiento de los alimentos– y se analizan dichos simulantes en profundidad tras la exposición. Se identifican todos los compuestos que salen, ya sean aditivos añadidos al material o los no intencionadamente añadidos (NIAS), que se producen por degradación durante la producción y manufactura de los materiales.

¿Hay alguna ley que nos proteja?

El reglamento Europeo 10/2011/EU (materiales plásticos )y la legislación española RD 847/2011 (siliconas, adhesivos, barnices), ambos para materiales y artículos en contacto con alimentos.

¿Se pueden mejorar los envases plásticos?

El mundo de los plásticos es apasionante y está en continuo desarrollo e innovación. Se pueden conseguir envases que protejan el producto envasado del deterioro frente a oxidación o frente a contaminación microbiana, con lo que en ambos casos se alarga la vida útil del producto envasado pero sin añadir nada al alimento. Las sustancias protectoras, en general sustancias naturales, se incorporan en el material del envase, con lo que no nos comemos los conservantes, ya que se quedan en el envase. Son los envases activos. Además, se pueden incorporar elementos indicadores o sensores que informen al consumidor sobre el estado del producto envasado: por ejemplo caducidad real, ranciedad, frescura o rotura de cadena de frío. Son los envase inteligentes. El grupo GUIA ha desarrollado con éxito varios envases activos, que comercializan varias empresas, y uno inteligente que pronto estará en el mercado.

Quién lo investiga

El grupo GUIA (Grupo Universitario de Investigación Analítica) de la Universidad de Zaragoza comenzó con la línea de envase alimentario a finales de los ochenta. Los proyectos de I+D+I realizados con empresas han dado como fruto hasta la fecha seis patentes internacionales, además de varios productos (alimentos) comercializados en la actualidad en sus envases activos. Una de las patentes internacionales de un envase inteligente desarrollado, realizada inicialmente como Universidad de Zaragoza, se ha extendido a 69 países, y se ha firmado con una multinacional el desarrollo para escalado industrial y la licencia de explotación.

Cristina Nerín Directora del grupo GUIA de la Universidad de Zaragoza

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