Con las apuestas no se juega

Las apuestas pueden desembocar en una adicción.
Las apuestas pueden desembocar en una adicción.
HERALDO

Entre los futbolistas podridos que amañan partidos y los que se lucran sin demasiado escrúpulo haciendo campañas publicitarias de las apuestas estamos todos apañados. Unos y otros no solo traicionan los grandes valores del deporte, están infligiendo un verdadero daño social. Las apuestas, particularmente el juego ‘online’ por su accesibilidad sin límites de edad, arrastran a miles de jóvenes -incluidos menores- y algunos acaban perdidos en un laberinto cuya salida acaba requiriendo ayuda. Enganchados, con trastornos por ludopatía, o envueltos en conflictos familiares con padres que, tarde o temprano, descubren los engaños de sus hijos o las sisas con sus tarjetas de crédito. En el sentido radicalmente distinto de la palabra, el crédito que cuesta otorgar a la laxitud normativa y la permisividad general con la que florecen casas de apuestas en cada manzana de cada barrio, incluso frente a colegios o institutos. Como cabrea ver a supuestos personajes de referencia haciendo de personajillos de la tele incitando a un público indiscriminado y vulnerable a ser parte de un negocio millonario solo para algunos. Hay asociaciones y entidades que lo han diagnosticado ya como un auténtico problema de salud pública. Toca reaccionar. Con regulación, con prevención y con información en las mismas aulas que hoy luchan con éxito contra los sexismos o contra el tabaco. El mensaje para los chavales debe quedar muy claro: con las apuestas, no juegues.

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