Infinitivo

Cartel elaborado para la huelga feminista convocada el 8 de marzo.
Cartel elaborado para la huelga feminista convocada el 8 de marzo.
Comisión 8M

Aprendemos a hablar por mímesis, por la imitación de lo que se nos dice y hace; por la repetición constante de un mismo término que asociamos a algo, porque el lenguaje oral está en nuestro ADN. Nacimos para hablar, es instintivo y este ‘instinto del lenguaje’, según el psicólogo Pinker, experto en el desarrollo del idioma en niños, es una exitosa adaptación biológica que quedó genéticamente codificada en el cerebro y que solo se ha descubierto en nuestra subespecie, ‘Homo sapiens’. (Los expertos estiman que surgió hace unos 150.000 años en un grupo de homínidos que habitaban en el este africano y que luego se esparcieron por el resto de la tierra).

De cómo aprendamos a hablar depende todo, desde nuestro pensamiento hasta nuestra actitud en la vida, porque los verbos son la base del lenguaje oral y escrito, y nunca se dejan de utilizar; porque ‘verbo’ es la clase de palabra con la que se expresan acciones, procesos, estados o existencia que afectan a las personas o las cosas.

Si enseñamos en igualdad con nuestros actos, con nuestros verbos, educaremos para que nuestros hijos asuman, como un reflejo, la diferencia entre dos tiempos verbales: infinitivo e imperativo a los que solo diferencia una letra (‘d’/‘r’). Porque no es lo mismo limpiar que limpiad, callar que callad, obedecer que obedeced, como tampoco lo es la asunción de su aplicación a un género determinado. Porque obedecer no es femenino, ni mandar masculino. Porque callar, desaparecer, humillar, desechar, insultar, menospreciar, minusvalorar, presionar, violentar, despreciar, acosar, violar, manosear... no son de nadie, son verbos dolorosos, despectivos, que no tienen cara ni rostro ni sexo y que debemos aprender cómo trasmitir su contenido, plagado aún hoy de condicionantes, estereotipos, clichés y frases hechas

Ser mujer es, simplemente, ser mujer, y nadie tiene por qué marcarte por ello. Por nacer de una determinada manera, negro, blanco, rubio, moreno, gitano, payo, búlgaro o alemán. Porque todos descendemos del mismo ‘Homo sapiens’.