Tercer Milenio

En colaboración con ITA

"Me considero afortunada por haberme formado en mi tierra y poder ejercer de médica aquí"

La doctora Bambó, que trabaja en la Unidad de Glaucoma del Miguel Servet, acaba de recoger el galardón de la Fundación Sanitas, que distingue a los tres mejores médicos residentes de España.

La zaragozana Pilar Bambó (c), junto a otras compañeras, tras recibir este año el título de especialista en Oftalmología.
La zaragozana Pilar Bambó (c), junto a otras compañeras, tras recibir este año el título de especialista en Oftalmología.

La oftalmóloga zaragozana del Servet Pilar Bambó, de 29 años, acaba de recoger uno de los galardones que la Fundación Sanitas entrega cada año a los mejores médicos residentes de España. 


"Ha sido una alegría muy grande. El hecho de que sea un reconocimiento a nivel nacional todavía te hace más ilusión. Al final ves que todo el esfuerzo tiene su recompensa, más allá de la satisfacción que ya de por sí te da el propio trabajo", confiesa esta joven médica.


Bambó se licenció en 2010 en la Facultad de Medicina de Zaragoza y, posteriormente, al terminar su carrera, se presentó al MIR. Ahora trabaja como especialista en la Unidad de Glaucoma del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, todo un referente a escala mundial en el tratamiento y la investigación de esta patología ocular.


"Integrar la investigación en el ámbito asistencial es fundamental para hacerlo mejor cada día y poder ofrecer lo mejor al paciente. Nosotros estamos intentando estar a la cabeza en este ámbito con diferentes ensayos clínicos que llevamos a cabo para el tratamiento de la tensión ocular", cuenta Bambó, orgullosa de pertenecer a esta Unidad en la que se formó como residente. 


En apenas seis meses desde que finalizó su residencia en el Servet, su trabajo en este ámbito ha sido ya merecedor de diversos galardones, como el Premio de Investigación Final de residencia 2015 que le otorgó el Sector 2. Pero más allá de estos premios, esta joven médica se siente "afortunada" de haber conseguido una plaza en el hospital zaragozano en el que se formó como especialista, sin tener que abandonar así, como tantos otros médicos, su ciudad natal. "Hay mucha gente y compañeros de otras especialidades que se han tenido que marchar a trabajar fuera. Yo me considero afortunada por haberme formado en mi tierra y poder ejercer como médica aquí", afirma esta aragonesa. 


Atrás quedan ya largas jornadas de estudio -de ocho y diez horas diarias durante la carrera- y la dificultad de compaginar la vida profesional con la personal en esas temporadas en las que, entre asistencias, proyectos de investigación y guardias, no veía el momento de salir del hospital. "Aunque te pegues diez años estudiando, si al final consigues trabajar de lo tuyo, vale la pena. La gran satisfacción que te da el poder ayudar a la gente -y en algunos casos curarles- compensa todo el esfuerzo", sentencia.


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