La España alborotada

Uno de los cuadros más audaces de Goya: 'Duelo a garrotazos', de las Pinturas Negras.
La España alborotada
Goya / Museo del Prado.

De un tiempo a esta parte, España, cuya gente es de natural pacífico aunque tenga la sangre caliente, se ha vuelto un país levantisco, alborotado y alborotador; no sólo se advierte en una sociedad crispada (polarizada, se dice ahora en este lenguaje neopolítico que se nos va imponiendo lleno de nuevas palabras de perversos significados) que protagonizan sobre todo unas docenas de autoproclamados líderes políticos, incapaces de embridar sus personales odios y rencillas, mientras el público en general, o esa es mi impresión personal, tira más a la convivencia pacífica que unos pregonan pero no practican, aunque esa misma población, pacífica y resignada, esté hasta los mismísimos de contemplar el tristísimo y esperpéntico espectáculo que se le ofrece desde las esferas del poder.

¿Otra vez las dos Españas? ¿Otra vez el Goya de los garrotazos? Otra vez los buenos y los malos… Pero, ¿quién da carnets de buenos o de malos? A mí, no; nadie. Pues digo con Don Quijote que yo de mí no se decir que soy bueno, pero sí sé decir que no soy malo. Menos mal, pienso y creo firmemente, que la sociedad española, el conjunto de sus individuos, es de mucha mejor calidad que su aborrecible e indigna clase política, y nos lo tenemos que creer.

No es admisible que por pensar de forma distinta a la de los mandamases te coloquen ya la etiqueta de que eres un réprobo. Eso sí que no es democracia, cuando el reconocimiento del otro, el respeto y la tolerancia brillan por su ausencia.

Es por ese maniqueo por lo que la sociedad española está alborotada, y necesita bajar la tensión; pero a su vez, parece que también se está volviendo alborotadora; no el pueblo, por decirlo en términos castizos, sino otra vez esa cúpula dirigente que se ha hecho peleona y pugnaz y está abriendo frentes diplomáticos sin que sea la diplomacia, precisamente, la vía de buscar la negociación sensata, la conciliación, el encuentro.

Vamos por mal camino; en un mundo convulso como el que vivimos es necesaria más que nunca la moderación y la prudencia, cualidades ambas que se consideran imprescindibles en los buenos gobernantes. También la paciencia y la aplicación ponderada de las herramientas para evitar enfrentamientos y escaladas.

Un repaso a la política exterior de España en estos momentos produce inquietud: problemas con Oriente Medio, problemas con el norte de Africa, problemas con Latinoamérica, dolorosos especialmente con Argentina, problemas con las obligaciones atlantistas… Y esperemos que no se abran más frentes para que España no sea un punto de interrogación en el mapa del mundo.

Calma. Bajar el tono. ¡Qué bien le vendría a esta sociedad alborotada la escenificación de uno de esos abrazos históricos que han puesto fin a odios y vendettas! No haría falta un abrazo; bastaría con que se dieran la mano. ¿Por qué no se la dan, carajo?

José Luis de Arce fue  diputado por UCD en la primera legislatura  constitucional

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