El efímero mundo de los olores

¿Hay algo más personal que nuestro perfume?
El efímero mundo de los olores
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De efímero, o sea de breve y evanescente, califica Patrick Süskind en su novela ‘El perfume’ el mundo de los olores, que llegan no obstante con su omnipresencia a enloquecer al protagonista, Jean- Baptiste Grenouille, que hace de su vida una carrera obsesiva en pos de aromas imposibles. 

Como casi me ha ocurrido a mí en los días previos al día de la madre tras tener que soportar a todas horas yo creo que miles y miles de anuncios de colonias, perfumes y similares, en el desfile más estúpido de propuestas aromáticas que he aguantado en mi vida. Una tras otra, las grandes marcas de los grandes negocios de la perfumería aparecían, siempre con estilizadas modelos en pantalla con caritas y muecas de chica (o chico) tonta (o tonto) y una impostada voz en ‘off’ que decía algo ininteligible en un mal francés o inglés. Atosigante, insoportable campaña publicitaria que perseguía convertir en permanente el leve toque de cualquiera de esos efímeros aromas sobre unos centímetros cuadrados de piel humana.

Campaña que por otra parte y por el número agotador de veces que te hacen visionar los anuncios debe de resultar carísima, lo que explica luego los precios disparatados que tienen todos estos frascos de formas, por cierto, de lo más inverosímil y enrevesado. Es el triunfo de lo hortera lo que han conseguido estos creativos de la perfumería con esos escenarios, esas miradas de cordera degollada de la modelo de turno y esas frasecitas que acompañan los indeseables ‘spots’ que te meten hasta en la sopa, durante la sopa y después de la sopa. Indigesto e inaguantable.

Puede que tengan éxito y que se vendan en estas fechas de tantos regalos millones de frascos de estos mejunjes, a doblón por unidad, y que así se justifique el latazo que nos dan. A fin de cuentas, se trata de un regalo facilón, muy ‘chic’, aunque su precio nada tenga que ver con los mililitros de esas esencias florales. Hay quien se embadurna con ellas y es capaz de llenar de olor horterilla todo un autobús urbano o hasta un vagón del Ave, si bien es cierto, como ya dijera Süskind, que se trata de efluvios efímeros.

La perfumería es una industria importante, puntera, millonaria, de mucho diseño y suele crear adicción. Recuerden a Marilyn Monroe, que decía acostarse todos los días solamente con unas gotitas de Chanel Nº 5. O a esos protagonistas de novelas policiacas que son descubiertos por el rastro que dejan sus olores. Pero aunque sea muy importante, ese mundo de los olores perfectamente organizado por la mercadotecnia no tiene derecho a darnos semejante barrila con sus campañas. Afortunadamente las campañas son tan efímeras como los olores, pues se circunscriben a épocas muy breves del año: Navidad, días del padre y de la madre… y poco más.

Me queda la curiosidad de saber si los perfumes tienen también características de atracción erótica, como insinúan algunos de esos anuncios. Puede que por ahí más de un ingenuo pique. Efímeros, pero insoportables.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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