Por
  • Juan Carlos Zapata Híjar

Luz Learte Álvarez

Luz
Luz
Pixabay

El día 8 de enero de 2016 Luz tuvo un derrame cerebral. Y la vida nos cambió a todos. Os voy a contar como era ella, incluso tras el derrame. Un día nos dimos cuenta de que había caducado su carné de identidad. Sabéis que hay que llevar unas fotos y ella me dijo: no quiero hacerme una foto. 

Zapa lleva una foto de antes del derrame. En esta se me ve muy guapa. Ella nunca se reconoció en la figura que tenía, tras el derrame. Por supuesto el probo funcionario que tenía que hacer el DNI, no admitió esa foto. Y tuvimos que hacerle una foto como estaba ese día. A partir del derrame la vida se puso enfrente suya y le puso un espejo áspero en donde reflejarse pero os puedo asegurar que ella no se conformó y luchó, luchó mucho.

Luz fue una de las mujeres más guapas que conocí. Fue mis COU en Dominicos y lo llevó a orgullo. Pero sabéis de donde era realmente era guapa, como dice mi madre, era guapa de aquí, del corazón.

Nos transmitía a todos los que estuvimos a su lado, un motivo para vivir. A pesar de su discapacidad. Si ella estaba en la habitación la vida tenía un sentido. Una compañera juez, me dijo un día: "No os pongáis tristes está enferma, pero está". Cómo me acuerdo ahora de esa frase. Todo lo llenaba con su luz natural, con su mirada, con su media sonrisa.

No os confundáis, yo fui inmensamente feliz a su lado. Antes y después del derrame. Antes del derrame fui feliz de una manera mecánica, tonta, sin valorar, todo lo maravilloso que nos pasó. Nuestros hijos, nuestros viajes, nuestros amigos, Yako. Pero después del derrame ella vivió cada momento, con intensidad, como si fuera el último.

Su cuerpo no le daba escapatoria. Sufría siempre, le dolía el hombro, la pierna espástica, el cuello y la sociedad dura e implacable con el discapacitado. Ella no se quejaba con nadie, solo conmigo. Me decía, Zapa pero tú entiendes que me queje verdad. Le decía que sí pero no era cierto. Nadie puede ponerse en el lugar de una persona que sufre continuamente.

De lo que más se quejaba era de no poder sonreír. Eso le encabronaba. Y que la gente se quejase de cosas banales y estúpidas. Eso la ponía de muy mal genio. La falta de movilidad era un horror, pero los que la conocisteis, sabéis que no era lo que más le preocupaba. Siempre pensaba en los demás, era un ser de luz, como la llamaba otra amiga. Eso sí no admitía que su brazo izquierdo no le sirviera para abrazar. Se quejaba de que no podría tener en el regazo a su nieto. Aunque no era cierto tuvo a todos los pequeños de la familia y los tuvo a todos en brazos y eso le hacía feliz.

Estoy inmensamente orgulloso de ella. Fue fuerte, crio a sus hijos, con decisión y continuo cariño y viajamos Canarias, Cuba, Venecia, Berlín. Tres días antes del último derrame estábamos en Córdoba viendo la catedral y tomando Pedro Ximénez. Aunque su paraíso terrenal era la terraza de Donato, con una cerveza, anchoas y amigos. Era una peleadora por la accesibilidad universal y yo su escudero. Pelea que seguiremos nosotros, pues hay mucho que hacer. Estudiamos los dos Historia del Arte y en este primer cuatrimestre sacó matrícula de honor en técnicas artísticas. Que lo sepa la gente.

Llevo más de 43 años amándola. Nuestro amor fue siempre compartido con todos y muy divertido. Cuando le lavaba el pelo, todos los miércoles, que no iba a la peluquería, éramos como Meryl Sreep y Robert Reford en Memorias de África. Como toda pasión me enajenaba bellamente.

Quiero agradecer a todos los que habéis venido, vuestra presencia y cercanía. Aunque ya os digo que a Luz como verdaderamente se la quería bien, era en vida. Agradezco inmensamente todos los que la quisisteis porque al quererla me quisisteis a mí también. Quiero besar a toda la familia, la piña de las Learte, como lo haría ella, en especial a los pequeños, Manuela, Alguer, Elisa, Aura y Juan. Esperaré a que crezcáis para contaros con mucho detalle cómo era vuestra tía. Quiero agradecer a nuestra Merche y a nuestro médico Sara, todos los cuidados que tuvieron con ella y el amor que le tenían.

Nos quedaba mucho que hacer. Casar a nuestros hijos, ver crecer a nuestros nietos. Ver felices a todos.

Y dejo para el final el agradecimiento inmenso a mis hijos. Luz, Juan y Miguel. No viviré bastante para pagaros con todo mi amor y cariño, lo que hicisteis por vuestra madre. Cuando llegamos a Varadero, Cuba, nos acercamos al mostrador del hotel y la cubana de la recepción nos vio y nos dijo: “Tremendo equipo de apoyo”. Eso sois vosotros. Y de eso la responsable máxima fue vuestra madre, que os educó con amor y os enseño lo que era importante y lo que no. Ya me lo decía vuestro abuelo Joaquín. “Da gusto, qué bien educados están tus hijos”.

Cuando hablamos de que Luz, no quería misa -aparte de que me metió un gol por toda la escuadra, pues qué fácil hubiera sido dejar esto a los profesionales-, me preguntó mi hija: “Papá yo solo quiero que un cura nos diga que mamá, va a ir al cielo”.

Luz, no tengas miedo y no dudes, tu madre tiene reservado un cielo muy especial, ese cielo está en el corazón de todas las personas que la quisieron en vida y allí se mantendrá su bella memoria, por siempre.

Descansa en paz. Luz.    

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