La incorporación de los nuevos residentes a los distintos sectores sanitarios aragoneses, que se está produciendo estos días, permite visualizar una de las grandes fortalezas del sistema público de salud en Aragón y en España: el proceso de formación que siguen sus médicos, enfermeros y otros profesionales.

Pero también vuelve a poner de manifiesto carencias preocupantes, como la falta de residentes en una especialidad clave como la medicina de Familia.

La formación de los médicos, enfermeros, farmacéuticos, etc., dentro del propio sistema sanitario, con una relación a la vez laboral y académica, ha permitido, desde los años setenta, consolidar en nuestro país y en Aragón una sanidad pública eficaz, que en algún momento ha sido considerada, con razón, modélica. Pero la recepción de los nuevos MIR pone de manifiesto una vez más la brecha que se va abriendo en la Atención Primaria, que ya sufren claramente facultativos y pacientes y que amenaza con agravarse. Diecisiete plazas de residentes de Atención Familiar y Comunitaria han quedado desiertas en Aragón, a las que se sumará alguna más por renuncias. Y precisamente las vacantes están fuera de las capitales, en los sectores de Barbastro, Alcañiz y Calatayud. De continuar esta tendencia, que impide el relevo generacional y el crecimiento de las plantillas, cada vez resultará más difícil completar la nómina de médicos de Familia necesarios para atender debidamente las necesidades de la población, que aumentan a su vez por el envejecimiento. El Gobierno de Aragón va tomando medidas para hacer frente a esta situación, que se debería haber abordado, en el plano nacional, hace mucho. Sin embargo, hará falta una acción bien planificada, sostenida y coordinada, con incentivos económicos pero también profesionales, para evitar un mayor deterioro del primer y esencial escalón del sistema sanitario.