Michel Desmurget publicó en 2019 ‘La fabrique du crétin digital’, traducido en 2020 como ‘La fábrica de cretinos digitales’. Ahí mostraba los efectos negativos de la tecnología digital, especialmente en niños y adolescentes. 

Según su investigación, el uso excesivo de dispositivos, sean teléfonos ‘inteligentes’, tabletas o computadoras, contribuye a una serie de problemas de salud mental y física, así como a un deterioro en el rendimiento académico. Este neurocientífico francés ha dado otro paso con ‘Más libros y menos pantallas. Cómo acabar con los cretinos digitales’, traducción publicada en marzo de este año del original ‘Faites-les lire!: Pour en finir avec le crétin digital’.

El primero lo leí en versión digital y este segundo en papel, gracias a los compañeros de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo, que me avisaron de su existencia y lo adquirieron para el préstamo. Valga como inciso, su tarea silenciosa es imprescindible y más en un tiempo como el nuestro, cuando es imposible hacerse cargo de todo lo que se publica. Y ahí viene un problema con la traducción de este segundo libro. El asunto es ‘¡que lean!, para terminar con el cretino digital’.

La experiencia sensorial de un libro en papel es muy distinta a la contemplación de pantallas. Desmurget se encarga de destacar este aspecto, pero la cuestión clave es la puesta en valor de la lectura para la construcción del pensamiento y las habilidades socioemocionales. Es una defensa del libro en papel, pero "esto no quiere decir que se deban descartar ciegamente las fuentes digitales" (pag. 301). En su libro anterior desmontó el mito del ‘Homo mediaticus’ y no dejó títere con cabeza cuando crítico "el ejército misionero de la catequesis digital" (pag. 34) y el cuento de los ‘nativos digitales’.

Pese a la propaganda, quienes han nacido en esta sociedad digitalizada no tienen de suyo mejores destrezas ni más inteligencia tecnológica que las generaciones anteriores. Como he dicho en otros lugares, nacer después de Gutenberg nunca garantizó leer la letra impresa. Coincido al cuestionar la atribución generacional. La supuesta afinidad hacia los dispositivos y medios electrónicos sumada a la supuesta habilidad para activar aparatos y manejarlos no mejora el sentido crítico. Si la digitalización la entendemos como el conjunto de relaciones, estructuras y elementos que intervienen en la asunción de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en cualquier aspecto de la vida, toca gobernarla y erradicar el cretinismo digital.

Toda tecnología crea un antes y un después, un límite de exclusión e inclusión. La escritura causa analfabetismo. Quienes saben escribir crean lectores y dejan fuera a quienes no saben leer. De hecho, la clave está en la lectura y la escritura, no sólo en el soporte. La puesta en práctica de la dupla ‘escribir/leer’ es el meollo del asunto y, en el fondo, la base para crear las condiciones de posibilidad de una digitalización sostenible. Es decir, las máquinas y las tecnologías facilitan un sustrato material, en paralelo, la apropiación simbólica y cultural crea otra dimensión de lo que habitamos.

Estamos en un mundo digitalizado e hipertextual. Hemos de repensar los límites de la oralidad y la escritura. Quizá sea momento para recuperar a Sócrates y reflexionar sobre los efectos de la digitalización. No sé si al dialogar con Fedro seguiría manteniendo que la escritura es inferior a la oralidad y argumentando que la verdadera sabiduría solo puede transmitirse verbalmente. Nos toca pensar sobre la esencia del conocimiento y la comunicación auténtica en esta sociedad digitalizada.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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