Shirley MacLaine y Barbra Streisand volvieron a juntarse la semana pasada para celebrar sus respectivos cumpleaños. Es una tradición que llevan haciendo décadas, sí, décadas, porque si no las cuentas no saldrían: la primera cumplió 90 años y la segunda, 84. 

No sabemos en qué consistió la celebración ni si soplaron velas, abrieron regalos o hubo ‘strippers’ –vaya usted a saber–, pero lo que es seguro es que las dos ‘celebrities’ volvieron a reunirse y se demostraron su cariño como vienen haciendo cada 24 de abril "for ages and ages", que dirían ellas.

Hace pocos días pude ver ‘Robot dreams’, la película de animación de Pablo Berger, que también reflexiona sobre la soledad, la alegría que da compartir y lo bonitas que son ciertas amistades. El final del filme me pareció algo triste, pero entiendo que un no romántico ‘happy end’ encaja mejor con la serenidad que requieren las amistades cuando no dejan de ser pequeños enamoramientos.

En esos absurdos diccionarios de citas –que algunos periodistas consultan para darse importancia y ahuecar sus crónicas– leo que un tal George Herbert, poeta y sacerdote del siglo XVII, dijo que "el mejor espejo de uno mismo es un viejo amigo". Imagino que se refiere a que con ellos se puede mostrar uno tal cual es, sin necesidad de compartir una cama ni una hipoteca. Es posible que la amistad sea la forma de amor más honesta y genuina que existe, aunque cualquier romance también tiene mucho de odiar, enfadarse, intimar, perdonar, rabiar, ayudar a esconder un cadáver... No acabaré comparando la ‘tenencia’ de un amigo con la de un tesoro, pero sí diré que siempre me ha encandilado todo lo que brilla y deslumbra, todo lo que es valioso.

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