Pedro Sánchez: Dimisión en diferido

Pedro Sánchez y María Jesús Montero.
Pedro Sánchez y María Jesús Montero.
Cabalar/EFE

En verdad que no soy capaz de distinguir si esta España nuestra es una entelequia singular, un país diferente o un desmadre total. Estoy por inclinarme por esta última posibilidad, a la vista de las cosas que ocurren, de las que no ocurren y de las que podrían ocurrir.

También es un país creativo, capaz de inventar continuamente nuevas figuras de la ingeniería social, palabras revestidas de retórica que ni Dios llega a entender, pero que se incorporan a nuestro acervo político-cultural para asombro de quienes tratamos de caminar sobre todo, como dijo aquél, por la senda de la Constitución.

Si un alto cargo como el presidente del Gobierno está sopesando si debe o no dimitir, ha de hacerlo en la intimidad de su soledad

Ahora mismo, el pasado miércoles, se acaba de producir una situación insólita, inesperada, más propia de la inteligencia artificial que del devenir ordinario y normado de los acontecimientos institucionales: el presidente del Gobierno se para a reflexionar si sigue o no en su cargo, se ausenta unos días de sus tareas de gobierno, hace una clara dejación de funciones y pone en marcha, pienso, el artículo 13 del texto consolidado de la Ley del Gobierno, que establece que en casos de "vacante, ausencia o enfermedad del presidente del gobierno sus funciones serán asumidas por los vicepresidentes por orden de prelación…".

¿Está enfermo nuestro presidente? No parece, más bien da la impresión de que disfruta de energía, de fortaleza y de buena salud. ¿Está vacante su puesto? Tampoco parece verosímil por la habitual presencialidad de que hace ostentación; pero sí parece que va a estar ausente por decisión propia durante algunos días, aunque no se ha aclarado si la figura en que se incurre es vacancia o ausencia, cuestiones que debieran quedar nítidamente aclaradas en un Estado de derecho, aunque lo que sí parece claro, ‘ex ope legis’, es que la vicepresidenta primera, la locuaz señora María Jesús Montero, es desde ayer la presidenta del Gobierno en funciones. ¿Lo sabían ustedes? O, ¿acaso no opera en esta situación inédita ese relevo que establece la Ley del Gobierno? ¿Por qué no se lo explican a la gente?

Y cuando se vaya a marchar, si es eso lo que ha decidido, tiene que anunciarlo sin más en el momento. Las dimisiones en diferido no son de recibo

Y respecto a la figura de la dimisión, yo tenía otra idea de cómo debían ser las cosas en estos casos: uno considera las circunstancias en la intimidad de su soledad, las valora, adopta una decisión y, si es para dimitir, se presenta ante el público y dice: señores, hasta aquí hemos llegado. Presento mi dimisión.

Pero ahora hemos encontrado entre este batiburrillo de nuevas figuras lo de la dimisión ‘en diferido’, que sabiamente se propone administrar Pedro Sánchez para, evidentemente, no dimitir. Habrá entretenido unos días a los españoles y desde luego a los medios informativos, pero creo que ha de volver triunfante y reforzado tras su retiro espiritual. Y hablando de retiros espirituales, seguro que no olvidará el dicho ignaciano: en caso de turbulencias, no hacer mudanza. Hay en España suficientes turbulencias como para que no sea aconsejable andar enredando con dimisiones. Digo yo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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