Libreta y cuaderno

Libreta y cuaderno
Libreta y cuaderno
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Libretica sagrada, cuaderno ideal. No sé vivir sin la libreta y el cuaderno, que son uno y otra pues no se distinguen en nada: el cuaderno y la libreta, como no son humanos (que yo sepa), se pueden cambiar de género, número y caso a su libre albedrío: cuanto más repite la ciencia que no existe el libre albedrío, más apetece ejercitarlo: el tirón de lo prohibido... ¡de lo imposible! 

Si es tal la tiranía del determinismo, el ‘fatum’, el destino, el tensor del genoma, las leyes del universo... más libertad se siente al driblar toda esa casuística y meter un gol de Nayim (no hay otro) al canon. La ciencia es una superstición provisional. El cuaderno y la libreta con sus delantalitos blancos. Si hemos sido creados crear es lo único que nos alegra y nos da sentido. Crear es lo que más nos anima en el vasto cosmos inhóspito. De hecho, la alegría y el ímpetu que da crear algo –un moñaco de plastilina, un garabato, una canción, un campo de trigo, un poema, un cohete espacial– es el mejor argumento para defender que hemos sido creados, aunque tampoco hay que obstinarse tanto… con tal de no discutir se puede admitir el enfoque contrario, el complementario... o ambos tres. Esta idea de que crear es una prueba de haber sido creados la copiapego de un cuaderno. Bendita libreta que prefigura el libro y deja enredar sin límites: sólo le falta volverse árbol, todo se andará. Desde mañana al domingo viene Shakespeare al Teatro del Mercado. 

Si la próxima Romareda se gestiona con el método de Basilio Paraíso para la expo de 1908 aún sobraría para el chapitel de una reconstruida Torre Nueva. Si se hace el campo, no estaría mal rehacer la torre.

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