Bajo una luz maligna

Bajo una luz maligna
Bajo una luz maligna
Lola García

Eneas, el héroe troyano fugitivo de cuya estirpe nacería Roma, vaga por los litorales del Mediterráneo, en busca de su destino. La Sibila de Cumas –pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina– lo acompañará hasta los infiernos, donde verá el pasado y el futuro.

En la Eneida, el portentoso poema que Virgilio escribió para probar en versos de suma belleza la divina prosapia del linaje de Augusto, avanzan el héroe y su mentora hacia un mundo distinto, cruzando un bosque, bajo la luz maligna de la incierta Luna. Uno entre cientos de hallazgos expresivos insuperables: la luz maligna. Hace poco ha usado la expresión Gonzalo Fontana para titular una inquietante antología de textos romanos que narran sucesos de ultratumba y prodigios sobrenaturales: ‘Sub luce maligna’ (Contraseña, 2021).

El PNV necesita absorber votos conservadores y moderados que no estén obsesionados con el ‘hecho nacional’ vasco, tan del gusto del socialismo imperante, por lo que se dispone a pescar en los caladeros de los dos grandes partidos españoles. EH Bildu busca conservar lo mucho ganado y acrecentarlo a costa de los restos dispersos de Podemos y Sumar, cuyas fantasías no logran arraigo en tierra vasca. El socialismo regional vasco, como el catalán, oscila, según temporadas, entre insuflar aliento a su versión nacionalista (que, con gentes como Eguiguren o Maragall, puede alcanzar irritantes cotas confederalistas) y predicar las bondades del Estado de las autonomías. En ambos casos decidirán los líderes no según patrones históricos, sino según se muestre el viento del día. Por tal causa suben y bajan sin gran fijeza, contentos si logran agregarse los oscilantes votos de los tibios. Así no se llega a gobernar con soltura, pero sí a condicionar a un gobierno. Con todo, ninguna de estas dos federaciones del socialismo organizado ha conseguido, por falta de habilidad y decisión, la proeza de sus rivales: dominar con cinco, seis o siete votos a un Gobierno con más de veinte ministerios y a un Congreso con trescientos cincuenta diputados.

Eneas y el porvenir

Contaban los antiguos que, sintiendo cerca la muerte, dispuso el poeta que su epopeya en loor de Troya, Eneas, Roma y Augusto fuera quemada, por ser inconclusa y deficiente. La había trabajado durante casi medio siglo. Sabedor Augusto de tal cosa, césar y sumo pontífice como era, prohibió a los albaceas que cumplieran la orden. Loado sea.

Virgilio relata cómo el viajero épico está a punto de conocer el futuro –cosa que ni ha pedido ni desea– en el momento preciso en que la negra Noche roba a todas las cosas su color. La luz maligna lo cubre todo y lo muestra de manera insólita. Eneas y la temible vidente llegan a un lugar donde moran el Dolor, la Inquietud, la Enfermedad, el Miedo y la Pobreza. Un cráneo amenazador, de efecto hipnótico, obra de Óscar Sanmartín, sirve de cubierta al libro de Fontana. Está laureado, como si fuera a sobreponerse a todos y a todo, gracias a su malignidad.

Las minorías separatistas obran en España con abuso de presión cuando los
gobiernos nacionales les compran su tranquilidad parlamentaria. Y no es de ahora.

Poderoso tóxico

Desde la aprobación de la Constitución Española no se había vivido en nuestro país un periodo político tan inestable y rebosante de incertidumbre como el presente. La calavera laureada que mira desde lo alto a los españoles no es hoy sino la política, que ofrece un espectáculo temible.

Algunos grandes poetas (escasísimos) son vates. Hacen vaticinios, llevados de su superior sensibilidad y capacidad de percepción de lo que al resto le resulta imperceptible, por pequeño en exceso o grande en demasía. Virgilio hace suplicar a Eneas en su trance por el camino selvático y oscuro, donde todo parece negro y acechante. En los umbrales de lo que le espera, el héroe, intimidado, implora a la Sibila: "¡Oh, sabedora de lo porvenir, concédenos por fin asentarnos!". En la Eneida, el suplicante es Eneas. En España, es la gente. No hay sino abrir los oídos. Y la gente no pide milagros, sino sensatez. Para que el país, que tantas muestras de decoro lleva dadas desde 1975, no sea gobernado por exigentes minorías irreconciliables con la Constitución y con el sentido ponderado de la vida colectiva.

España lleva ya años caminando por una boscosa senda, de espesa maleza, en donde todo parece verse bajo la influencia de una luz maligna: la del regionalismo soberanista, variante hispana, arcaizante y etnicista del separatismo de toda la vida.

Ese sentimiento, aunque minoritario, es políticamente hegemónico por el estulto egoísmo de quien debiera ser su freno. Y no es de ahora: recuérdense los tratos de Aznar con Pujol. PP y PSOE han fortalecido el nacionalismo retardatario en pleno siglo XXI. ‘Maligna lvx’, poderoso tóxico que afecta incluso a quien debiera combatirlo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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