Reformar la plaza de San Miguel, un desafío
En la pasada legislatura el Ayuntamiento llevó a cabo la reforma de dos de las plazas más céntricas y características de Zaragoza, las de Santa Engracia y de Miguel Salamero.
En la primera, aunque siempre quepa alguna crítica, el resultado ha sido muy favorable, mejorando claramente el diseño anterior, que era un absurdo, dando realce y protagonismo a la magnífica fachada de la iglesia y ofreciendo a la ciudad un nuevo ámbito de encuentro y de paseo. La de Salamero quizá tiene más aspectos discutibles y mucha gente echa de menos el aire que tenía anteriormente, pero también se ha destacado la vista de la monumental iglesia de Santiago y, sobre todo, se ha solucionado el grave problema estructural que afectaba a ese espacio. Ahora el gobierno municipal quiere acometer la remodelación de otra plaza histórica, central y emblemática, la de San Miguel, en la que hay asimismo un importante patrimonio artístico: la iglesia de San Miguel de los Navarros, con su torre mudéjar, y una de las casas en las que vivió Francisco de Goya con su familia, además de veteranos e interesantes edificios de viviendas de épocas y estilos diversos, aunque también aparece un moderno mamotreto. Ante este nuevo empeño, habrá que dar ánimos al equipo de Urbanismo. Animarlo, en primer lugar, a emprender la tarea, porque efectivamente la plaza de San Miguel merece desde hace mucho una reforma a fondo. E infundirle ánimos, porque la papeleta no es sencilla y abordarla va a requerir un cierto coraje. La de san Miguel es una plaza complicada por su papel de nexo entre la ciudad vieja y la nueva, pegada al Huerva y punto crítico para la circulación de automóviles y para el transporte público colectivo. Darle un aire nuevo, hacerla más amable para el viandante, destacar sus mejores edificios y al mismo tiempo permitir un tránsito fluido es un desafío. No será fácil, pero merece la pena.
