Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Occidente gira a la derecha

Occidente gira a la derecha
Occidente gira a la derecha
POL

Una de las corrientes de fondo que van a determinar este año las disputas electorales en Occidente es la inmigración. Se ha podido confirmar esta misma semana a un lado del Atlántico y al otro. En Francia, Marine Le Pen, líder de la extrema derecha y candidata a suceder a Emmanuel Macron en el palacio del Elíseo, ha propuesto que las elecciones europeas de junio sean un referéndum sobre la llegada de extranjeros pobres. 

En Estados Unidos, la inmigración ya es la cuestión estrella de la campaña a ocho meses de las presidenciales. Los norteamericanos la ven como el principal problema del país, según una reciente encuesta. Aunque los estudios desmientan la correlación con la delincuencia, Donald Trump ha recuperado el manual xenófobo que le allanó el camino a la Casa Blanca en 2016 y ha prometido "la mayor deportación de inmigrantes sin papeles" si es reelegido presidente.

Las elecciones europeas (junio) y en EE. UU. (noviembre) vienen enmarcadas por los miedos de los ciudadanos

En realidad, la impermeabilización de las fronteras es la punta del iceberg de la radicalización política en Occidente. La mayoría de los partidos de centro se están desplazando ideológicamente a la derecha para no perder respaldo electoral. La pujanza del Frente Nacional francés, el AfD alemán, el trumpismo republicano, Hermanos de Italia o Vox está arrastrando a sus postulados a la derecha moderada y, en general, todo el debate público.

Los sondeos en EE. UU. y Europa señalan que la derecha populista conecta con las clases medias y el mundo rural. ¿Por qué? Autores como Michael Sandel explican que tiene que ver con que la izquierda no haya logrado ofrecer una versión positiva del patriotismo como alternativa a un hipernacionalismo estrecho, intolerante y xenófobo.

Lo cierto es que los ‘perdedores’ de la globalización, las clases medias que han sufrido la deslocalización del trabajo o de la producción agro-ganadera, tienen una sensación de insatisfacción, riesgo o retroceso. Además, las políticas de integración de la población migrante han despertado en determinados segmentos de la ciudadanía la sensación de pérdida de estatus. Obreros, agricultores y empleados sienten un profundo disgusto, incluso cólera, hacia el ‘establishment’ político, financiero, cultural que ha construido el sistema en el que vivimos, y ven en las propuestas de ultraderecha una posible solución a sus problemas.

La sensación de inseguridad que tienen muchos votantes va a impulsar a quienes defienden el cierre de fronteras, el nacionalismo, el rearme e incluso la antiglobalización

Muchos votantes tienen miedo (al futuro, a quedarse sin empleo, a la inseguridad urbana, al desclasamiento, al cambio climático, a guerras como la de Ucrania…). La respuesta de la ‘internacional reaccionaria’ al deseo de seguridad es el ultranacionalismo identitario, el rearme y el freno a la inmigración.

La derecha radical, cuyos cimientos son el autoritarismo y el nativismo, ignora los valores de la derecha tradicional: la economía y la libertad. Por el contrario, abraza las polarizadoras ‘guerras culturales’, esas batallas teóricas que James Davison Hunter bautizó en 1991 para explicar cómo una sociedad se polariza en torno a ejes ideológicos, ya sea el feminismo, el aborto, el medio ambiente, el lenguaje políticamente correcto o la inmigración. Su mensaje ha calado en esta tercera década del siglo XXI. Los sondeos avanzan que los votantes están dispuestos a ceder los principios liberales a cambio de seguridad.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Javier Rueda en HERALDO)

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