Por
  • Julio José Ordovás

Amores ‘fake’

Amores 'fake'
Amores 'fake'
Pixabay

También hay amores ‘fake’, amores que no son más que un intercambio de fluidos y wasaps, amores como electrodomésticos, con la obsolescencia programada. 

Tinder es el Wallapop del amor, un rastrillo sentimental o seximental, de ahí no salen dramas shakesperianos ni amantes desaforados como los de Teruel, solo rollitos posmodernos, que no dejan cicatrices ni secuelas ni huellas ni manchas. Ni siquiera dejan, como las pasiones veraniegas, cenizas en los labios.

En Tinder, vamos a ser claros, se junta el hambre con las ganas de comer. Es amor precocinado. Y eso puede que no sea romántico, pero es práctico. Y ahora lo que se lleva es lo funcional, lo utilitario, lo aséptico. La peña cambia de pareja antes que de estado del wasap. Los amores eternos duran, a lo sumo, un par de fines de semana. Es lo que hay. En tiempos líquidos, amores líquidos o gaseosos o evanescentes. ¿Para qué complicarse la vida? Antes se ligaba con miradas, con gestos, con palabras. La seducción era un arte, un juego, una aventura, un curro. Ahora ligamos con emoticonos. Se pierde mucho menos tiempo y muchas menos energías, eso es verdad, pero no tiene mérito. Ni gracia. Y el amor no sabe a amor: sabe a plástico. Como los tomates del Mercadona.

La tecnología ha arruinado la literatura amorosa, sustituyendo a Cupido por una app. Los amores ‘fake’ no generan poemas como los de Neruda ni canciones como las de José Alfredo Jiménez. Los amores ‘fake’ solo dan para escribir una letra de reguetón.

Hemos perdido la ilusión, también en el amor, porque ahora hay de todo y a todas horas, y basta con pulsar una tecla para conseguirlo. Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que el amor movía el sol y las demás estrellas. 

Julio José Ordovás es escritor

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