El camino
El camino
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Ocurrió tan rápido, que me desperté como siempre y me acosté siendo tío. Fue una llamada después de comer, un billete de tren y aparecer por Maternidad del Miguel Servet poco menos que preguntando si había salido ya. 

Elisa nos hizo esperar lo justo para nacer, que la familia nos pudiéramos ir a casa a dormir, y ella se quedara en la habitación con sus padres procurando llorar lo suficiente para que no pegaran ojo. Yo la imagino esperando a que la última enfermera cerrara la puerta para decir: "Bueno, pues ahora que estamos ya los tres solos…". Sin embargo, la niña, que ha nacido con un exquisito protocolo innato en las formas, vive las visitas del resto con una absoluta paz que nos enternece. Son instantes que mi hermana y mi cuñado disfrutan; ese breve tiempo en que no pide comer como si viniera de una hambruna, pues es tal el ansia, esa hambre, que ya andamos valorando hasta qué punto se puede reservar con ella en el Callizo o en El Embalse del Pueyo de Jaca.

Son, en definitiva, retos a los que nos enfrenta este pequeño ser que ha hecho debutar a mis padres en la etiqueta de abuelos y que, vaya usted a saber la razón, de repente ha despertado en mi madre una doble ocupación junto con la de abuela. Ésta se materializa bastante bien cuando estamos en casa con la niña y ella siente la pavorosa necesidad de ejercer la maternidad. Se abre ahí un ‘doppelgänger’ por el que, mientras habla con suavidad al bebé, a mi hermana y a mí nos da órdenes como se debían de dar a los remeros de una trirreme. Gritos de guerra que la niña ignora como ignora la tierna suavidad con la que acolcha el futuro de unos padres, abuelos y una familia que intentaremos estar a la altura de la ilusión con la que estábamos esperándola. Ese silencio rasgado por leves sollozos, mirarla cada dos por tres a ver si está bien, preguntar a sus padres si necesitan algo, no ser el tío pesado pero sí el que la malcriará asumiendo la posterior e inmerecida bronca… Un paisaje, una nueva dimensión de la vida y la familia, las nuevas costumbres, el único camino que no acaba.

Juanma Fernández es periodista

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