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    Gestas y duelos

    El pelotón durante la 12ª etapa de la Vuelta Ciclista a España 2023, que se disputa este jueves entre Ólvega y Zaragoza
    El pelotón durante la 12ª etapa de la Vuelta Ciclista a España 2023.
    EFE/ Manuel Bruque

    Las gestas del ciclismo están escritas de glorias y tragedias. Los apasionados amantes de este deporte apasionante encuentran sin dificultad recuerdos en los que se entrelazan alegrías con penas hondas. Siembras que escriben sobre el asfalto épicas y dramas, en un discurrir dolorosamente inseparable.

    Como todo enamorado de esta disciplina, guardo –pegado a la emoción de las hazañas– historias que rasgan el corazón y de las que no quiero olvidarme, por más que la memoria de las conquistas y los hitos contribuya, con el paso de los años, a aliviar la cicatriz de la herida, que el tiempo va cosiendo.

    Así que cada febrero, enredado en la festividad de la Virgen de Lourdes, el día 11, atraigo la imagen de un ciclista joven, como gran parte de los que fallecen en las carreteras, llamado hace ya décadas a convertirse en heredero de los más grandes de la generación liderada por Miguel Induráin.

    Antonio Martín Velasco, la más firme promesa española de los primeros años noventa, había recalado precisamente en el Banesto del líder navarro después de una trayectoria en ascenso, que le llevó a ganar el distintivo de mejor joven en el Tour de Francia de 1993.

    Apenas unos meses después, en febrero de 1994, hace ahora 30 años, una furgoneta golpeó al deportista mientras entrenaba y el accidente acabó con su vida, y con la proyección de corredor que Antonio Martín Velasco encarnaba.

    Con familia y enraizado en Aragón, había participado poco antes en aquel Critérium Ciudad de Zaragoza que engalanaba el paseo de la Independencia con ciclistas ilustrísimos en otros tiempos de fiestas del Pilar.

    Muchos años después, que nunca parecen tantos, se obliga el ciclismo a guardar memoria de demasiados corredores que se dejaron la vida en esa actividad que les enamoraba. Y que tan hondo vacío deja. De forma muy especial también en el ciclismo aragonés, con muy destacados deportistas. Duelos que con el paso del tiempo encuentran más alivio en el refugio de sus éxitos que en el demasiado fácil recurso del romanticismo. Por más que, sin duda, no renuncie a su envoltura.

    (Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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