Liberales y liberales

Liberales y liberales
Liberales y liberales
Lola García

Liberal es palabra polisémica que en el siglo XXI dice poco si no se pone en contexto. En origen, liberal es lo característico de quien es libre. Así, hay artes y profesiones liberales. Una liberalidad es un obsequio libremente hecho, no por deber o en busca de retorno. 

Eso viene de Roma y en español se llamó liberal a quien "sin fin particular, graciosamente da y socorre, no solo a los menesterosos, sino a los que no lo son tanto, haciéndoles todo bien". Lope de Vega, de ingenio tan agudo, señala con tono irónico que "no hay ladrón que no sea liberal con lo que vale poco". Qué útil idea.

De cuna española

Los primeros políticos a quienes se llama ‘liberales’ son los españoles de la Constitución de 1812. Así nace y viaja al mundo la voz ‘liberalismo’. En la Francia de 1818 se define ya como "doctrina favorable al desarrollo de las libertades" frente al absolutismo regio.

La base de la doctrina liberal es que la libertad y los derechos de cada persona son el valor moral supremo para la comunidad política. El Estado y la Iglesia, el rey y el papa, han de sujetarse a la ley y admitir las libertades de expresión, pensamiento y asociación, la propiedad privada y la libertad de comerciar. La ley está sobre el gobernante y es igual para todos los ciudadanos. La propuesta trastornaba gravemente el orden establecido. Incluso el liberalismo económico (‘Laissez faire, laissez passer’: dejad producir, dejad circular) era abolitorio de viejos sistemas aduaneros y fiscales.

El liberalismo clásico se basa en la cooperación individual y voluntaria de las personas y, como quería Kant, en aceptar que el valor ético y jurídico mayor es la dignidad humana. El liberalismo no es anarquismo (que puede ser libertario, pero no liberal), pues no rechaza el Estado, sino que lo constituye en garante de derechos y libertades. Y no es colectivista, pues defiende la libertad individual y admite que el límite de la libertad propia es el daño a otra persona: por eso repudia el socialcomunismo clásico.

Del liberalismo han ido brotando, poco a poco, ramas y variantes, hasta constituir un fundamento filosófico. El tiempo ha hecho que la palabra liberal sirva casi para cualquier cosa. En EE. UU. el término equivale hoy a izquierdista y su empleo es, a menudo, despectivo. Indalecio Prieto, en un vistoso y oportunista arranque retórico, dijo que era socialista "a fuer de liberal".

Las críticas al liberalismo y a sus variantes han sido numerosas y, algunas, muy certeras. Hay liberales que no aceptan que las libertades sean derechos ‘naturales’, por ejemplo. Un notable liberalismo utilitarista defiende la libertad personal en cuanto que sin ella es muy difícil lograr la felicidad material colectiva: la libertad, podría resumirse, maximizará el bienestar. Pero, si este es el fin, ¿cualquier medio que lo logre será válido? Y, si la libertad individual es tan determinante, ¿tiene el Estado derecho a movilizar por fuerza a la población para una guerra u otra emergencia?

La etiqueta ‘liberal’ sirve hoy lo mismo para un roto que para un descosido, convertida para unos en título honroso y para otros en insulto descalificador

Numerosas especies

Al modo en que hay innumerables sectas cristianas, musulmanas y aun judías, hay tantas especies de liberales como de socialistas y comunistas. En España, gran parte de la izquierda ve en los liberales a sus pioneros y los idealiza en bloque. Su mitología pasa incluso por los comuneros, en una esforzada pirueta reduccionista. Sirva de muestra Braulio Foz, autor de la estupenda novela ‘Vida de Pedro Saputo’. Instruido y activo, hoy sería repudiado por sus ideas sobre la mujer, tan desigual al varón por su "juicio limitado" y el predominio en ella de lo afectivo sobre lo racional. La mujer no tiene carácter " o es oscuro, poco determinado y con mucha dependencia del sentimiento. Están dotadas de un corazón muy tierno y sensible, y no de una gran fuerza de razón. El que dijo que solo entienden lo que quieren, las definió perfectamente". A quienes iban más lejos que él en la valoración del raciocinio femenino y señalaban que la inferioridad se debía al uso social ("a las costumbres") los llama aduladores y les advierte que así "se granjean el desprecio de las mujeres sensatas en vez de ganar su gracia, pues conocen ellas que la mujer no ha recibido de la naturaleza otras dotes que las que deben hacerla amable a un esposo y respetable a sus hijos. Es la mujer inferior al hombre porque nace inferior todas sus facultades: este fue el plan del Criador". Quiere decirse con ello que ser liberal no exime de toda ranciedad, filosófica o teológica, ni libra de cualquier atavismo y eso no resta mérito a Foz, castigado por Fernando VII. Huyó a Francia para salvar la vida.

Dos siglos después de Foz, otro aragonés que dice a cada paso ser liberal, Jiménez Losantos, se refiere al portavoz de Vox, el mulato barcelonés Ignacio Garriga, y a su familia de este modo: "Dios no estuvo generoso con los Garriga y los hizo negros y catalanes". Injuria dos veces infame, por racista y por catalanófoba. Junto a liberales viejos o nuevos, valerosos o timoratos, modernos o rancios, otros tienen de liberales solo que dicen serlo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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