Por
  • Ricardo Díez Pellejero

Lengua madre

Clase de lengua aragonesa en un colegio de Zaragoza.
Clase de lengua aragonesa en un colegio de Zaragoza.
Javier Pardos / HERALDO

En Aragón, cuando nacemos al cierzo y al sol, éstos aún son innombrables. Pronto diremos ‘ma’ y con esfuerzo, cariño y paciencia: ‘ma-má’. 

Así, se alumbra la lengua madre. Aquí, el habla mayoritaria es el castellano, pero hay quien nace al árabe, chino o a alguna de las lenguas continentales. También habrá una minoría que nacerá al ansotano, al cheso, al panticuto, al belsetán, al chistabín, al patués, al ribargozano o al catalán –con gran penetración desde siempre, por eso sus hablares dialectales son bellos, particulares y tienen una musicalidad característica de nuestro territorio– cuyo estatus está reconocido como lenguas propias de Aragón.

Si el idioma lo es todo, más aún lo es la lengua madre. Me refiero a que la base fundamental de nuestro ser, de nuestro ‘funcionamiento’ como individuos, se codifica y se implementa con lenguaje, con ideas, conceptos, normas, leyes, costumbres, mitos, historias… que no son sino palabras. Y, amigos, la forma de decir cuenta. Así, por ejemplo, el previsor alemán impone –preferentemente– el verbo en la segunda posición de cada frase –excepto en la interrogación, donde gana la primera posición–, mientras que el euskera funciona de una forma distinta, dejando el verbo para el final de la frase, al que se antepone el elemento al que éste enfatiza. Por tanto, una frase larga requiere concentración y paciencia, pues mantiene el suspense hasta el último segundo.

Quiero decir con todo esto, como supondrán, que el lenguaje nos conforma, ya que afecta a cómo y quiénes somos, pues instrumenta y habilita el pensamiento de una manera dada, bien sea porque el idioma es flexible y nos permite componer términos nuevos con la yuxtaposición de vocablos o bien porque es determinista y siempre genera nuevo léxico para cada nuevo sentido mediante sus usos particulares.

Tantas veces me lo digo: somos lo que podemos pensar, pero pensamos lo que somos capaces de decir. Cada 21 de febrero se celebra el día de la lengua madre; una ocasión para recordar la importancia y la riqueza que nos aporta esa variedad de esquemas mentales, de decires que son pensares: ¡Son nuestras voces propias, que no enmudezcan!

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