Una sensibilidad propia

fotografía relacionada con el teatro
Una sensibilidad propia
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La conversación a gritos entre sector cultural y política ha aterrizado con fuerza en Aragón, que en los últimos meses ha visto cómo algunas decisiones han propiciado el fin de eventos que se consideraban tan deficitarios como irrelevantes. 

Un argumento, el de la eficiencia, que sirve con holgura al supresor para explicar a una mayoría (que por lógica es ajena a lo cancelado), que la decisión ha sido tomada con la claridad de un cálculo. Después, esas decisiones han sido amparadas por determinados políticos bajo un discurso ya manido de aquello de la cultura institucional, como si esta fuera un pesebre de subvencionados entregados a la construcción de un discurso político.

Una lógica a la que sucede un drama evidente, y es que la cancelación cultural por motivos políticos no pretende un sector autosuficiente sino la sustitución de unos subvencionados por otros afines a la ideología del que maneja la caja. Una situación que deja al creador de un gusto político u otro, en la situación complicada del apesebrado, que es peyorativa ‘per se’ y elimina discretamente la obviedad de que en España la cultura necesita apoyo económico público. Lo requieren artistas que no llenan estadios, las plazas de toros a media entrada, esos escritores sin ‘best seller’, las minúsculas películas que cuentan historias para unos pocos… En realidad, una sala de teatro, de cine, una exposición no es otra cosa que un escudo contra una cultura de la cancelación que, de un modo u otro, todo el arco político practica pero que solo reconocemos cuando pincha en nuestra óptica.

Así, la tarea del ciudadano ante esta debacle de supresiones culturales será torpe si supone celebrar el fin de lo que nos resulta ajeno, pues indirectamente la muerte de una cultura excava las tumbas de los entierros contrarios. No cabe entrar en la falsa candidez de una cultura ajena a ideologías, pero sí toca defender un sistema cultural cuyos diferentes prismas convivan bajo cualquier gobierno. Celebrar la muerte del discurso ajeno es empezar a matar la esperanza de las sensibilidades propias.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Juanma Fernández en HERALDO)

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