Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Cómo nos venden la moto

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POL

La estupidez es eterna. De hecho, Adán y Eva son los primeros casos perfectamente documentados. ¡Hace falta ser bastante mentecato para dar más crédito a la palabra de la serpiente que al solemne mandato de Dios! 

El caso es que dejaron en herencia su estulticia original. Lo constataron los primeros filósofos. "Hay un rincón de estupidez hasta en el cerebro del hombre más sabio", sentenció Aristóteles, probablemente tras haberlo experimentado en sus propias carnes.

Pedro Sánchez justifica su retahíla de reniegos apelando al supremo bien del país y la "reconciliación" en Cataluña.

Después de varios milenios de idiotez, en 1976 el historiador Carlo M. Cipolla escribió un divertido ensayo en el que planteó unas leyes sobre el asunto. 1ª- Siempre subestimamos la cantidad de estúpidos que hay en el mundo, acaso porque muchos quedan enmascarados tras pomposos cargos o niveles educativos. 2ª- La posibilidad de que alguien sea estúpido es independiente de cualquier otra característica de esa persona, como género, religión, profesión, condición social, edad, ideología o nacionalidad. 3ª- Un estúpido no puede evitar hacerse daño a sí mismo, causando a su vez daño a su entorno. 4ª- Tendemos a desestimar las consecuencias catastróficas de relacionarnos con un estúpido, posiblemente porque no lo detectamos hasta que es demasiado tarde. 5ª- Un estúpido es más peligroso que un egoísta, ya que el comportamiento de este último es racional, mientras que un estúpido podrá tomar decisiones absurdas e inesperadas.

Lo cierto es que hoy, en la era de la inteligencia artificial, abunda la mentecatez natural. Lo estamos viendo estos días con el lío del independentismo catalán, que Pedro Sánchez ha revivificado. Tanto está hablando de la "reconciliación" en Cataluña, que al final nos vamos a creer todos que estamos viviendo el final de una auténtica guerra fratricida. En realidad, en esa región hay una clásica lucha política por el poder (como han analizado Javier Cercas o Enric Juliana).

Y, al parecer, Feijóo haría lo mismo si las cuentas le salieran. PSOE y PP perpetúan así la estrategia suicida de exaltar al nacionalismo identitario

Es obvio que las cesiones al independentismo no mejoran la convivencia entre catalanes ni integran a los sediciosos en la Constitución, sino que les alienta a intentarlo de nuevo. Además, el argumento de la ‘normalización’ ha quedado desmentido por los beneficiaros de la amnistía (a medida) que proclaman que no se arrepienten de sus delitos. No había nada que reconciliar en Cataluña hace un año y nadie hablaba de ello. Solo había unos partidos secesionistas que, elección tras elección, iban perdiendo apoyo social desde 2017; pero, como el líder del PSOE necesita el apoyo nacionalista para seguir en la Moncloa, pergeñó una excusa: "la pacificación". Ahora nos hemos enterado de que también Feijóo barajó el pasado verano la misma disculpa si conseguía el respaldo de los secesionistas a su investidura.

La mansa aceptación de esta excusa no es un caso de necedad que responda a la primera ley de Cipolla, sino al habitual amodorramiento social. Los auténticos bobos no son los dirigentes políticos, sino los ciudadanos que se atontecen ante el relato partidista y se comportan como ‘votantes religiosos’ en vez de como ‘demócratas seculares’. ¿Tan difícil es comprender que la mayoría de los españoles perdemos si el PSOE o el PP se abren a aprobar más privilegios fiscales, blindajes legislativos, cesiones competenciales y suplementos presupuestarios a unas autonomías a costa de las otras? ¿Vamos a aceptar que se negocie con los derechos de unas personas para beneficio de otras? ¿Tenemos que tragar con que las reclamaciones identitarias de determinados territorios estén por encima de la igualdad de todos los ciudadanos? 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Javier Rueda en HERALDO)

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