Presiones

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Presiones por todas partes. A Sánchez le aprietan sus socios con pretensiones cada día más delirantes. ¡Y las que no conocemos! Con tantos miembros este organismo simbiótico que intenta gobernar debe de ir a las reuniones con casco. 

Sánchez embucha un montón de leyes, reformas y medidas en un chorizo, pero no lo tiene atado por las puntas y al echarlo a la sartén del Congreso se le puede salir el mondongo. Muchas presiones son por armar jaleo: hace años que la política verborreica o verborrágica apenas tiene en cuenta la realidad, que se suele evidenciar, por ejemplo, en la deuda –pública, privada, miscelánea–, en los hospitales, la atención primaria, las listas de espera, el cansancio generalizado. España sigue devolviendo el préstamo del rescate que no iba a costar nada al Tesoro, según las autoridades del momento 2012. Presiones en las costas gallegas y asturianas por la marea de pellets de plástico, dañinos e inocuos a la vez. Presiones por elecciones locales y mundiales, con Trump al fondo. Presiones en los estrechos: el Secretario de USA, Blinken, va por Oriente Medio tratando de que el desastre no escale a guerra mundial; presión en el estrecho de Bab-el-Mandeb, Puerta de las Lamentaciones: los barcos ya dan la vuelta por África: presión en precios. Las guerras llegan enseguida a las familias, a algunas las destruyen in situ con misiles (el misil es el objeto omnipresente), y a las que están lejos las destruyen por los precios. Y la mascarilla en el bolsillo. O en la boca: cremallera. Aunque la peor presión es no tener ninguna.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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