Un mitin magistral

Francina Armengol durante su discurso en el Congreso
Francina Armengol durante su discurso en el Congreso
Efe

Los presagios (ya no sé qué pensar) ya preparaban el terreno de lo que íbamos a presenciar. Aunque en la tele se empeñaban en decir que a la hora de los aplausos a la entrada de los Reyes y de la princesa Leonor en el hemiciclo apenas se oían al principio por problemas de sonido, estaba claro que resultaba algo muy extraño que ocurriese en tal solemnidad. 

La apertura de la XV Legislatura de nuestra democracia siguió con el sonido de un Himno Nacional balbuceante, con alternancias de silencio y notas apenas perceptibles en el mismo hemiciclo, hasta que su final se pudo escuchar fuerte y con normalidad. Mal comienzo de una legislatura que ya se prevé tormentosa para los diputados y senadores presentes y para los ausentes. ¡Para qué vamos a hablar!

Pero la guinda del pastel la puso (vergüenza me da decirlo) la presidenta del Congreso de los Diputados doña Francina Armengol, quien, habiendo empezado hasta con lujo al hablar de los antecedentes históricos del Parlamento español, se remontó a los tiempos de Alfonso VIII y las Cortes de León, intentando hilar aquellas cortes con las de ahora. A partir de entonces soltó toda una propaganda de las medidas que su partido en el gobierno (sin nombrarlo, claro) promulgó para el bienestar y el progreso de "todos y todas", incluidas las legislaciones que fueron más delicadas, más discutidas y menos inclusivas, y solamente mencionó como coartada de pluralismo político, la supresión del servicio militar obligatorio debido a José María Aznar.

Lo que debería haber sido un discurso de corte institucional en la apertura de la
legislatura fue todo un mitin de la presidenta del Congreso, Francina Armengol 

Lo que debería haber sido un discurso de corte institucional, fue todo un mitin, muy bien facturado, por cierto. El discurso institucional lo dejó para el Rey. Discursos institucionales (de palabras solemnes y apartidistas que todo el mundo podía aceptar), habían sido los de todos los presidentes del Congreso de los Diputados, fuesen de UCD, del PSOE o del PP. Desde Landelino Lavilla hasta Meritxell Batet, pasando por Luisa Fernanda Rudi. No es fácil comprender cómo hemos llegado aquí.

Cómo se ha dejado escapar el espíritu de concordia emanado de una constitución para todos (bien pocas hay en el mundo tan social como ella), y que se plasmó en una Transición ejemplar, es casi un enigma digno del televisivo ‘Cuarto milenio’. Desde 1977 los diputados y senadores de todos los partidos podían hablar entre sí con normalidad y hasta con amistad. Ahora hay que pedir permiso para hablar con alguien de otro partido, no sea que se vaya a interpretar mal.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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