Por
  • Luisa Miñana

2078

Ejemplar de la Constitución Española de 1978 guardado en el Congreso de los Diputados.
Ejemplar de la Constitución Española de 1978 guardado en el Congreso de los Diputados.
HA

Como mañana, el 6 de diciembre de 1978, cuando se celebró el referéndum que aprobó nuestra Constitución, era miércoles. No pude votar, porque todavía la mayoría de edad estaba situada en los 21 años. 

Fue la Constitución la que la fijó en 18, y gracias a ello sí que pude ejercer mi derecho en las elecciones municipales que se celebraron el 3 de abril de 1979, coincidiendo con mi cumpleaños, pero no lo entendí como un regalo, sino como una conquista. Los jóvenes de aquellos años tampoco lo tuvimos fácil. Como para los de hoy en día, el futuro se asomaba muy incierto. Tuvimos que hacer un doble ejercicio de responsabilidad ética y ciudadana, pues casi al mismo tiempo que fuimos conociendo la dura realidad de la dictadura franquista aprendimos el significado de palabras como concordia, reconciliación, convivencia, y supimos de la necesidad y dificultad de convertirlas en realidades sociales. La crisis del petróleo y la reconversión industrial golpeó gravísimamente la economía y la vida de los más débiles. Hubo picos de inflación cercanos al 30%, el paro ascendía sin descanso y, cuando pudimos comprar una casa el interés hipotecario rondaba el 15%. Pero, con la venia de la salud, estamos aquí, ahora con la clara conciencia de que el esfuerzo, la esperanza y la solidaridad no son meros rasgos de carácter personal, sino empeños comunes. Me he hecho mayor: son mi deseo para los próximos años y para quienes en 2078 asistáis al primer siglo de democracia sin interrupción en nuestro país.

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