La meta de Hamás

Israelis killed by Hamas militants lie on the road near Sderot, Israel, on Oct. 7, 2023. Palestinian militants from the Gaza Strip infiltrated southern Israel Saturday and fired thousands of rockets into the country, prompting Israel to begin striking targets in Gaza in response. (AP Photo/Ohad Zwigenberg)
La meta de Hamás
Ohad Zwigenberg

En el islam, la jaculatoria ‘Allahu akbar’, Alá es más grande, se llama ‘takbir’ (magnificación). Su aspecto es religioso, pero no siempre tiene significado sacro o ritual. Se usa mucho de forma coloquial, como señal de contento o satisfacción.

En español, podría compararse con el uso omnipresente de expresiones como adiós (a+Dios), Dios mediante, si Dios quiere, Dios dirá y otras más, a las que casi nunca debe darse sentido confesional, aunque en su origen lo tuvieran. Si es o no expresión de fe se deduce por el contexto.

Como efecto del predominio de la información televisada, en Occidente, la frase ‘Allahu akbar’, ya bien conocida, se asocia sobre todo a imágenes de militancia islamista, la parte de los musulmanes que no concibe otro mundo que el que esté regido por la ‘sharia’, la ley coránica, como único código legal. Son muy noticiosas y por eso se asocia el ‘takbir’ con noticias de guerras, atentados, ejecuciones, entierros de víctimas o concentraciones en ambientes airados donde se oye gritar la frase repetidamente. También en los desfiles de Hamás se oye este grito, fácil de reconocer.

En cambio, pasa inadvertido otro, casi exclusivo de la milicia terrorista: ‘¡Jaibar!’. Es la cita de una batalla ganada por Mahoma. Jaibar (Jáibar, Khaybar...) actúa en la memoria islámica como el arquetipo de las victorias sobre los judíos. Para un yihadista suena como si entre nosotros se clamase ¡Lepanto! con odio a los turcos o ¡Bailén! por aversión a Francia.

El texto fundacional de la organización política islamista palestina Hamás, redactado en 1988, postula sin disimulo la necesidad de exterminar a los judíos

Fuera judíos

A cincuenta km de la ciudad santa de Medina, tumba de Mahoma y solar de la primera mezquita, está Jaibar. Fue antaño lugar bien surtido y fortificado, habitado por judíos, cultivadores, comerciantes, mercaderes y artesanos. Poblaban desde antiguo aquel oasis y, fieles a la fe de Moisés, rechazaron la recién nacida religión de Mahoma.

Los musulmanes tomaron Jaibar y Mahoma convirtió a los judíos en siervos, que pagaban la mitad de sus rentas a los dominadores; pocos años después, el segundo sucesor de Mahoma, el califa Omar, los expulsó. Hamás revitaliza su peculiar ‘memoria histórica’; la pionera victoria sobre los judíos fue encabezada por el propio Mahoma en el año 7 de la Hégira (el 628 según la cuenta cristiana) y concluyó con su evicción total, según la tradición conservada. Más, aún: Omar, que había sido al principio enemigo de Mahoma, fue luego su fiel aliado y luchó junto a él en esa batalla. Es un símbolo de la unidad de los fieles, de la ‘umma’, hoy dividida entre suníes, chiíes y otras versiones del islam. Todo eso significa el grito hamasí ¡Jaibar!: las tierras del islam, incluida Palestina, deben quedar limpias de judíos. No bastará con vencerlos. Y todos los musulmanes deben cooperar en ello. Nada de pactos.

Los Estatutos de Hamás (pueden verse en https://avalon. law.yale.edu/20th_century/hamas.asp), en su artículo 13, dicen: "No hay solución para la cuestión palestina si no mediante la Yihad. Las propuestas y conferencias internacionales son una pérdida de tiempo, esfuerzos vanos". Y en el 15: "Frente a la usurpación judía de Palestina es obligatorio alzar la bandera de la Yihad (...) para que toda la nación (...) se una a las filas de los combatientes". Y en el 20, se equipara la conducta judía con la nazi. El espíritu que informa los actos de la organización es claro: los judíos deben ser exterminados.

Esos Estatutos recogen expresiones de odio a Israel, que "seguirá existiendo hasta que el Islam lo destruya". Otras son etnicidas, sin más (art. 7): "El Día del Juicio no llegará hasta que (...) el judío se esconda detrás de piedras y árboles y las piedras y los árboles dirán, ‘Oh, musulmán, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo’". Esa frase posee un aura sagrada, pues se atribuye a Mahoma: es un hadiz (52 176), un dicho del profeta. Los hadices complementan el Corán.

De entre los miles de ‘hadices’, Hamás elige, para asumirlos como principios esenciales, los más truculentos. Así, sus miembros juran dedicar sus vidas a "luchar por Alá, combatir y morir, combatir y morir". Obediencia ciega.

Un hadiz en sí mismo no tiene gran relevancia y su veracidad puede discutirse, también dentro del islam. Pero sí importa que Hamás lo asuma e integre como principio programático en sus Estatutos del 18 de agosto 1988. No es una interpretación forzada de los textos de Hamás y de sus agresivas ‘brigadas Al Qassam’, nombre de un líder palestino muerto en 1935, fusil en mano.

Hamás busca aniquilar a los judíos. Si no se asume este dato, en vez de disimularlo, no es posible juzgar de forma adecuada lo que ocurre en Palestina. De igual modo, ha de evitarse confundir a Hamás con el conjunto de los gazatíes. Pero, al igual que sucedía con ETA, si Hamás no debe identificarse con los gazatíes, sería del género idiota olvidar que tiene muchos apoyos en la sociedad gazatí. Distingos obvios en los que debiera esforzarse más de lo que lo hace Benjamin Netanyahu.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Guillermo Fatás)

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