Qué panorama
Con el nuevo estado de cosas y el nuevo Estado x (antes Estado español) Aragón se queda ya en la cola del abismo, o sea, nada que hacer. Con tanta logística y tan buena situación en el pentágono mágico pieltórico, nos quedamos a lo que caiga por defecto: eólica y solar, igual que fue la hidráulica, y líneas de muy alta tensión que se lleven los voltios. ¡Y el agua!
A alquilar el terruzo y a emigrar, máxima actualidad de las canciones de Labordeta. Ah, que esta disimetría orgánica sellada con siete llaves tiene el alivio de la globalización, que aun estando averiada, va a tope. Así, los trenes Tarragona-Zaragoza son inapelables. Y Amazon y Microsoft necesitan mucha agua. Pero Zaragoza, con servidumbres militares (aeropuerto solo para mercancías, con controladores militares, queda como pista de reserva militar; campos de maniobras de San Gregorio, gratis total, y si quitan de Navarra el campo de tiro de Bardenas ya saben dónde se ubicará). Cercanías: cero cero. Regionales: cero cero. Canfranc, cuando sea será. TCP –Travesía Central Pirenaica–, cuanta más falta hace y hará, más vetada está y estará por los socios y nuevos amos. El Aragón vacío, a esperar las baterías. O las bacterias. Quizá se podría instalar una fábrica de bacterias, sitio queda, ancha es Aragón. Ahora que los vecinos han dado otro paso de gigante en sus privilegios y prebendas Aragón pinta menos QPEP. Y de los bienes de las parroquias, no lo sé ya ves: Berbegal, Peralta de Alcofea y El Tormillo: sine die in aeternitate. La autovía por Huesca, mejor dejarla estar.
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