Por
  • Cartas al director

Cartas al director de HERALDO: ‘La historia interminable’ en el Principal

Presentación del musical 'La historia interminable'
Presentación del musical 'La historia interminable'
José Miguel Marco

‘La historia interminable’ en el Principal

Viendo el musical de ‘La historia interminable’ en el Teatro Principal de Zaragoza se me agolpaban los recuerdos. Me remonté a mis 30 años, cuando cayó en mis manos este libro. Nada lo ha eclipsado, ni película, que no me gustó, ni musical. 

Sigue existiendo indisoluble el binomio libro-Mariano, ¡Oh, el papel! Esta obra es para todas las edades y personajes como Bastian, Atreyu o Fúyur perduran siempre, además de Comerroces, la tortuga Donatello, el caballo Falkor y todos los demás. Fantasía se sobrepone a la realidad y te dejas transportar, y es cierto que cuando se empieza a representar la obra el teatro se impregna, huele a Fantasía. Es como si te encontrases en una torre de marfil y eres consciente de ello cuando se encienden las luces, se abren las puertas y vuelves a la realidad, a la situación cotidiana. Deambulamos, a caballo, entre la realidad y la fantasía y debemos conjugarlas. No son excluyentes entre ellas, pero debemos tener cuidado, ya que ninguna se debe sobreponer. La fantasía nos ayuda a no deprimirnos y en determinados momentos puede ser bueno y es de osados, audaces el hacerlo. En la representación, el fondo se sobrepuso a la forma y fue el auténtico hilo conductor. Los actores estuvieron bien, en algunos se notaba la falta de experiencia, pero, justo es decirlo, salvaron la representación muy dignamente. La coreografía fue excelente y el vestuario, increíble. Los ‘animanotronics’ (personajes biónicos) resultaban bastante artificiales, pero contribuyeron también a que Fantasía se convirtiese en un vehículo de placer momentáneo de la realidad. El teatro, por sus dimensiones, no está preparado para representar un musical de semejante magnitud y considero que es poco continente para demasiado contenido. Un escenario muy pequeño.

Mariano Aguas Jáuregui. ZARAGOZA

No vamos bien

Día 10 de octubre, a las nueve menos cuarto de la mañana en cualquier lugar de Zaragoza muy cerca de un colegio. Un grupo de jóvenes charla animadamente un momento antes de entrar en clase. Mientras la mayoría se dirige hacia sus aulas, se quedan dos, chica y chico, diciendo: "Nos fumamos este porrito y entramos", mientras extienden sus manos enseñando el mencionado. Los jóvenes no tendrían más de trece años. Yo soy una persona mayor, tengo 71 años, y he visto casi de todo. Y, sinceramente, creo que por este camino no vamos bien. No vamos bien.

Fernando Martínez de Baños Carrillo.  ZARAGOZA

Amor y juventud

Todas las madres de hijos adolescentes vivimos etapa malas, donde tenemos que lidiar por los cambio de humor con los hijos cuando pasan baches en sus relaciones amorosas de adolescencia. En otros tiempos solo se tenía una o dos relaciones y ya te quedabas con esa persona toda la vida, a veces con amor o sin amor, pero la costumbre y el miedo te ataban. Ahora, por lo que veo, la juventud se enamora y desenamora, está con alguien y si no funciona pues, venga, subimos de nivel. No lo veo mal y no juzgo, para eso son los jóvenes. Y todo el que tiene relaciones, si no funciona y hay amor, que busque ayuda, y si no hay amor y respeto, mejor dejarlo. Eso de que polos opuestos se atraen en el amor no lo corroboro, porque hay que tener cosas en común entre ambos, porque ya las parejas no tienden a hacer sacrificios por la otra, en fin, si eres de mar y yo de montaña. No nos pondremos de acuerdo. Buscar similitudes, en eso consiste la relación, aunque está permitido probar cosas nuevas en ambos casos… Pero yo no tomaría el riesgo. Ahí se lo dejo…

Adela Rodríguez Abreu. ZARAGOZA

Restaurar, mejor que destruir

Hace algunos años un amigo, cuyo padre era constructor, me dijo que cuando se demuele algún edificio jamás se construye algo más bello. Véase el ejemplo del paseo de Sagasta. Después de haberme criado cerca del Parque Grande y haber conocido los emblemáticos bares: Parque Bar, Flandes y Fabiola, La Rosaleda y el bar del Cabezo, me sorprendo con las nuevas construcciones que se están ejecutando recientemente. Hacen desaparecer parte de nuestra historia. No solamente sus nombres dejan de existir, sino que estas construcciones son del tipo que pueden existir en cualquier lugar, como Puerto Venecia, Disneylandia o Fort Lauderdale, junto a Miami. Nada autóctonas, carentes de gracia, pastiches. La primera tiene una altura muy superior a la que existía, tapando, según el ángulo en que te sitúes, la Fuente de Neptuno. En otra, se han cargado varios árboles. Dejando la tradición a un lado, espero que al menos los arroces negros, aros de cebolla y las ‘french fries’ sean servidas por camareros de carne y hueso y no por robots chinos. ‘Oh, my God!’ Alguien argumentó que la infraestructura de los establecimientos estaba muy deteriorada, porque databa de 1933. Entonces habría que demoler muchos edificios del centro, digo yo. ¡Si José Antonio, el cantautor o el otro (el hijo de), levantaran la cabeza…!

Federico Díaz López. ZARAGOZA

La mirada esencial de Víctor Erice

No pudo ser. Lo intenté con insistencia pero las compactas y oscuras gafas de Víctor Erice me impidieron ver sus ojos, o mejor dicho, la verdad de su mirada. Ocurrió en el pasado Festival de Cine de San Sebastián, cuando recibió el merecido Premio Donostia por su exquisita producción, luminoso faro del cine español y mundial. Mientras hablaba en el escenario, yo escudriñaba cada uno de sus gestos de agradecimiento. Será que todo en él siempre se me ha antojado enigmático, un misterio tan atractivo como perturbador. No se excedió, no fue necesario, como tampoco precisa hacerlo en los rodajes: las palabras esenciales en el marco perfecto, no hay más. Las secuencias o imágenes de sus películas bien podrían ser instantes detenidos en el tiempo como cuadros, uno tras otro, espejos de belleza y de calidez. Bastará con recordar una de sus escenas más conmovedoras, la de la niña y el monstruo a la orilla del lago: los enormes ojos de Ana Torrent a la vez que nos sumergen en un océano de emociones, observan al tierno personaje y se pregunta no sabemos qué ni por qué. No importa demasiado, boquiabiertos e inocentes como la niña, ya estamos conmocionados... Y qué decir de esa forma de plasmar el color de la penumbra, luz huidiza del dorado atardecer, en ese momento concreto en el que Teresa Gimpera, madre de Ana, se nos revela imperturbable escribiendo una carta. Lo reconozco, a mí no me sobran palabras, más bien me faltan para descifrar tanto arte y tanta sensibilidad combinados magistralmente en un solo mundo, en una sola mirada.

Isabel Pascual Cebrián. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

cartas@heraldo.es

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión