Fiesta y tragedia
La muerte de al menos trece personas en el incendio declarado en la madrugada de ayer en tres conocidas discotecas de Murcia repite una trágica dinámica: un local de grandes dimensiones, una fiesta, cientos o miles de jóvenes y un fuego u otro detonante que provoca el caos. El resultado, la muerte de ciudadanos que sólo querían divertirse durante unas horas. El incendio de ayer es el más mortífero registrado en España en un local de ocio desde la tragedia vivida en 1990 en la discoteca Flying de Zaragoza, donde murieron 43 seres humanos. Cada nueva muerte, cada nuevo accidente despierta la conciencia de que la sociedad no puede aceptar sumisamente como fatalidad lo que puede evitarse con una legislación y una inspección más exigentes.
Trágicos incendios en discotecas como la Flying, en el año 1990, o la madrileña Alcalá 20, en 1983, generaron en España la puesta en marcha de una legislación y una normativa mucho más exigentes en materia de construcción y sistemas de seguridad para salas de fiestas. No obstante, siguen registrándose tragedias como la sufrida ayer en Murcia que obligan a dar una nueva vuelta de tuerca a las medidas de prevención para aumentar la protección de las vidas de millones de jóvenes que van semanalmente a bailar a las discotecas. Si en pocos minutos puede arder un local, lo lógico es que haya un sistema que prácticamente expulse a los clientes al exterior antes de que el humo y el terror desatado hagan imposible el rescate.
A la indignación y el dolor que sobrecoge a la sociedad ante los cadáveres calcinados, hay que responder con una revisión de todas las medidas legales de seguridad en las discotecas y centros de ocio para no permitir, bajo ningún concepto, que haya un solo local en España capaz de transformar, en unos minutos, la vida y la alegría en muerte y desolación.
