Los cambios del cambio (climático)

Los cambios del cambio (climático)
Los cambios del cambio (climático)
Detalle de  'Los cazadores en la nieve' de Pieter Brueghel 'el Viejo' | Kunsthistorisches Museum

Este artículo no trata de la amnistía, de la babel del Congreso (la Academia del Pinganillo, según Supermaño), de la autodeterminación, del besucón Rubiales, de las lepras arbitrales del Barça, de la briosa técnica de extracción de mocos resistentes acreditada por la esquerrista Jordà, del ‘solo sí es no’ del diputado socioturolense Sancho&Sánchez o de otros asombrosos casos recientes. Trata de prodigios aún más raros, pero de condición climática.

El historiador Procopio de Cesarea, hablando del año 536 d. C., contó uno, muy cierto, pero que no se ha creído nadie hasta el año 2018. Dijo esto: "En el décimo año del reinado del emperador Justiniano sucedió un terrible portento. Durante todo el año, el Sol emitió su luz sin brillo, y también la Luna, y pareció que había eclipse permanente, porque los rayos del Sol no brillaban como solían. Y desde que esto sucedió, la humanidad no se libró de guerras, pestes ni de ningún otro mal mortífero".

Estudiando el clima pasado, los sabios han llegado a ser muy precisos. Analizan estratos terrestres, anillos de crecimiento de los árboles o capas glaciares; usan termoluminiscencia, carbono radioactivo, arqueomagnetismo, polen fósil, etc. Y también averiguan el clima pasado estudiando el hielo antiguo. En los polos se observan sus alteraciones sobre muestras extraídas que llegan hasta 3 km de longitud.

¿Y en Europa? En los Alpes no pueden tomarse muestras tan largas, lo que dificulta mucho la tarea. Pero, en estos últimos años, la Universidad de Maine ha inventado un método que permite extraer mucha información con ‘solo’ 72 m de muestra. En 2013, se tomó una así en la Punta Gnifetti (Siknalkuppe, en alemán), a 4.554 m de altitud: con el nuevo método de Maine, se hacen 20.000 mediciones por metro, en una cámara a 25º bajo cero. Esa técnica, fértil e ingeniosa, aplicada al hielo europeo de los últimos 4.000 años, ha revelado en 2018 algo inesperado: una superabundancia de azufre, bismuto, estaño y polvo volcánico... correspondiente exactamente al año 536. Cuando los climatólogos de Maine enviaron el dato a los historiadores de Harvard, estos respondieron, no sin regocijo: "¡Lo que conto Procopio era verdad!". Las nubes venenosas taparon la luz del sol durante un año o más.

Una parte de la humanidad altera hoy el clima con sus actividades y no siempre para bien, pero el clima terrestre ha cambiado de modo continuo a lo largo de la historia

La temperatura media cayó, abruptamente, 2 grados. Y el fenómeno, con cierta variación, se dio también en los años 540 y 547. Eso no lo dice Procopio, lo cuenta el hielo. O sea, que aquella oscuridad trajo secuelas agropecuarias y hambrunas. Hubo plagas, como la llamada ‘peste de Justiniano (por el bacilo Yersinia pestis, el mismo de la Peste Negra del siglo XIV). Pudo morir un tercio de la población. Ambos sucesos comprobables, en los siglos VI y XIV, obedecieron a cambios climáticos contundentes y naturales.

Los fenómenos de fuerte alteración del clima se han dado a menudo durante labreve historia humana. La ‘pequeña Edad del Hielo’ acaba de concluir, como quien dice, en 1930 (F. Matthes). Entre finales del XVI y hasta avanzado el XVII, el Támesis, lo mismo que los canales holandeses, se convertían en pistas de patinaje, como muestran los artistas de la época. Según ello, la Tierra estaría ahora, desde hace menos de un siglo, en una fase natural de calentamiento. Los cambios de este tipo se caracterizan por las fluctuaciones a corto plazo, de unos pocos siglos, no de eras geológicas. Los sucesos del amigo Procopio los generaron, sobre todo, grandes erupciones volcánicas (mayormente islandesas).

Una parte de la humanidad actual incide con sus actividades sobre el clima y lo altera. Mas no se olvide que los cambios ‘duros’ del clima han sido muy frecuentes en épocas recientes y bien documentadas. Así, durante muchos decenios, los pueblos de la estepa (escitas, hunos, mongoles, turcos...) se movilizaron hacia el oeste por causa del frío sobrevenido. Trajeron técnicas hípicas y el arco compuesto, que aún usan los mongoles, hecho de varios materiales muy bien combinados. Cambió las técnicas bélicas en Eurasia. Pequeño y potente, su curvatura múltiple facilitó a los jinetes avezados, disparar certeramente hacia atrás, agachados o en pie sobre su montura, sin dejar de galopar. Pueden verse en internet filmaciones impactantes de amazonas que lo manejan a la perfección. Pues bien: a Europa lo trajo el frío que hizo viajar a los pueblos de la estepa hacia poniente. Fue un cambio climático. Recorrieron miles de kilómetros desde el Asia central y, en el tramo occidental de su recorrido, ejercieron su presión en el Volga y en Crimea y desplazaron a muchos pueblos, como los godos. El cambio en el clima generó una enorme carambola migratoria. Pueblos enteros nomadearon por Europa y ejercieron una presión a la postre irresistible sobre el Imperio Romano en Occidente y el norte de África. Mil años después -solo diez siglos-, los turcos tomaron Constantinopla.

Estos fenómenos complejos (incluida la cristianización arriana de pueblos migrantes como visigodos y vándalos), se debieron a un cambio rápido del clima. El clima, en fin, trajo a Atila (siglo V) y propició la creación del reino godo de Hispania. Ya había sucedido otras veces. Son los cambios del cambio.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Guillermo Fatás)

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