Cadena de despropósitos
Me parece que a los muchos españoles que tienen a Pedro Sánchez atravesado en la garganta y que no lo pueden tragar ni con un vaso de agua, ya no les sorprende nada de lo que el presidente en funciones pueda decir para amistarse con los separatistas de quienes depende su continuidad. En cambio, es posible que a quienes piensan -y también son muchos- que el Gobierno de Sánchez ha puesto en marcha algunas políticas valiosas y progresistas, y que la economía no va tan mal, y que le han votado aunque solo sea porque la derechona les da miedo, a algunos al menos de estos españoles tiene que darles un vuelco el corazón cada vez que el presidente en funciones abre la boca o cuando se enteran de las maniobras con las que va tejiendo su investidura.
Su comparecencia de ayer, en la que se negó a decir si Carles Puigdemont debe ser juzgado y en la que, refiriéndose al ‘procés’, dijo que «una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial», supone un paso más en la cadena de despropósitos en la que se ha embarcado para dar satisfacción a unos pretendidos aliados que no van a estar satisfechos con nada, porque lo quieren todo. Sánchez va dando por buenos uno tras otro los planteamientos de Puigdemont, Junqueras y compañía.
Entre tanto, Alfonso Guerra decía ayer, al presentar su último libro, que una amnistía «convertiría en represores a los demócratas y presentaría como demócratas a los felones». ¿Puede un presidente del Gobierno español considerar siquiera esa posibilidad?